martes, 21 de febrero de 2012

Aquellos sastres fueron nueve 58 :

-¡Eh, joven! ¡Atención!
-...
¿Es suficiente? No. Otra vez.
-...
-Eso es. ¡Adelante ahora!
-...
-¡Niña! ¡Escucha!
-...
-¡Pon atención, mujer!
-...
-¡Claro, chica! ¡Vamos con ello!
-...


-¡eMé! ¡eMé! ¿No estará por aquí tu nieto?
-Pues sí.
-Venid los dos, por favor, a casa de Inés. Hay problemas.

eMé no mencionó la hora que era ni el hecho de que Bruno estuviera durmiendo. La agitación de la mujer y su tan alterada expresión  fueron motivos suficientes para ir a zarandear al chico a su cama.

En la casa de Inés parecería que hubiera una fiesta de no ser por las caras de preocupación que tenían todos y sin mencionar ese lenguaje mudo de manos que mesan el pelo, pupilas dilatadas, brazos en la cintura, dedos que tapan bocas para sujetar temores. También  estaban allí Mariana y Agustín. Mariola se tomó el tiempo imprescindible para hacer una presentación somera de los que no se conocían antes de que una Inés impaciente hablara.

-Agustín, desde el 4ºA, ha sentido temblores de intesidad suficiente para moverle cuadros y lámparas y tirarle algunas cosas al suelo y Mariana, en el 1ºG, ha sido lanzada de una pared a otra del cuarto de baño. Si se tratara de un terremoto todos lo habríamos notado y no parece que haya sido así. Bruno, ¿puede haber sido un aviso de que el edificio esté empezando a derrumbarse?

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