lunes, 27 de febrero de 2012

Aquellos sastres fueron nueve 60 :

-Me gustaría deciros una cosa -se decidió eMé con timidez.
-¡Pues dila! ¡No te sientas cohibida, mujer! -invitó Inés con su delicadeza habitual.
-Sí, habla por favor, ¿de qué se trata? -la amabilidad de Mariola se expresaba en las palabras pero no en su gesto contrariado.
Mariana guardaba silencio mirando y observando a sus tres vecinas casi desconocidas.
-Creo que puedo ayudar a resolver este asunto de la casa.
-¿Resolverlo cómo? -Inés.
-Averiguando lo que sea que está pasando en estas paredes en primer lugar y, sabido, ya se buscarán soluciones.
-No se los demás, pero yo no te estoy entendiendo -Mariola se impacientaba.
-Yo tampoco. Habla con claridad de lo que sea.
-De acuerdo. Puedo comunicarme con el edificio, hablar con las paredes por ridículo que pueda sonaros y él puede contarme cosas.
-¡Hija! ¡Pero qué dices! Eres alondra y por las noches no te rige bien la cabeza ¿verdad?, lo comprendo y no pasa nada.
-¿Significa que eres vidente, telépata o algo así? -preguntó Mariola, sin ironía.
-No, no  digo nada de eso. Tú sabes a qué me refiero, ¿verdad Mariana?
-Sí, sí lo se.
-No me gusta jugar a los misterios ni a las adivinanzas así que vamos a dejarnos de tonterías que las cuatro hemos rebasado la edad de las bobadas -regañaba, claro está porque no podía ser otra, Inés.
-Las paredes hablan y puedo entender lo que dicen. Eso es todo -eMé había perdido la timidez y ahora hablaba con seguridad y cierta autoridad que parecía molestar a Mariola.
-¿Y tú también eres mágica? -preguntó a Mariana con tono burlón.
-No lo sé -respondió muy seria, crecida por la actitud de eMé- pero si pongo una mano en tu brazo -la puso- ¿ves?, así... -entrecerró los ojos concentrándose- podría hablar contigo de aquel tercer hijo que abortaste antes de ponerte el díu.
Tanto Mariola como Inés quedaron rígidas e inmóviles mirando a la chica sin parpadear. Después Mariola empalideció mientras Inés la miraba asustada y disgustada.
-Ella -añadió Mariana apoyando su mano ahora en el brazo de Inés- no ha dicho nada a nadie, nunca. Si he mencionado precisamente eso era porque se trata de algo que las dos conocéis y no hay indiscreción. No encontraba otra manera de expresarme.
-eMé la palmeó la mano en una transmisión de tranquilidad que Mariana agradeció con una sonrisa.

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