GONZALO : No se, no había pensado en ello.
BLANCA : Si te animas, convenzo también a Eduardo y lo hacemos. Seriamente. Desde Roncesvalles a Santiago y nos reunimos con los abuelos.
ARACELI : ¿Y los trabajos? Las empresas no permiten que la gente disponga de sus vacaciones en cualquier momento.
BLANCA : Tanto Eduardo como yo podemos organizarnos con los compañeros perfectamente. Las empresas se están flexibilizando, mamá...
ARACELI : Algunas. Bueno, pues asunto zanjado. Que cada uno haga lo que mejor le parezca.
RAMON : Escucha, Araceli. A mi lo mismo me da ir a un sitio que a otro, bien lo sabe Dios, pero puesto que el resto de la familia va a Galicia, ¿por qué no nos unimos? Si han surgido así las cosas, aceptémoslas y disfrutemos de ellas.
ARACELI : No han surgido. Las ha organizado mi madre a su antojo y sin contar con nadie. En fin... Para que las costumbres no se pierdan.
AGUSTIN : Vamos, vamos, no tergiverses las cosas.
ISABEL : Oíd: hay algo que Agustín y yo queremos hacer y nos parece obligado informaros puesto que vivimos en comunidad; es lo que estamos haciendo antes de comprometernos con terceras personas. ¿Que no os interesa la proposición?, no pasa nada, no veo motivo para este alboroto.
BLANCA : Alboroto no, abuela, su nombre es Araceli y es tu hija.
RAMON : (A Araceli). ¿Está decidido?
AGUSTIN : Hay casi una semana para pensarlo, no os precipitéis.
ARACELI : Voy a la cocina, porque supongo que, con Santiago o sin él, querréis cenar.
ISABEL : ¿Necesitas ayuda?
ARACELI : No, gracias. Anoche la dejé muy adelantada. (Sale).
RAMON : (Un poco incómodo). ¿Qué, Gonzalo? ¿Que tal por el cole?
AGUSTIN : Oye, Ramón, me sabría muy mal que este viaje fuera motivo de discusión entre vosotros. Es posible que lo hayamos enfocado mal, pero nos pareció lo más adecuado...
RAMON : No se preocupe, abuelo. Todos sabemos como es Araceli... De entrada tiene que llevar la contraria y, media hora más tarde, se erige en abanderada de la misma causa.
BLANCA : Y algunas veces se pasa muchísimo. Bueno, nosotros a lo nuestro (apoyando cada mano en un brazo de cada uno de los abuelos). Mañana por la mañana yo hablo con Eduardo y, si está de acuerdo, por la tarde lo hablamos los cinco (toca el brazo de Gonzalo) y concretamos, ¿os parece bien?
ISABEL : Muy bien, Blanca.
AGUSTIN : Perfecto, hija.
BLANCA : Entonces os dejo. Voy a estudiar un poco hasta que esté la cena.
AGUSTIN : Y a ti, hijo (apoya un brazo sobre el hombro de Gonzalo), ¿te gusta la idea de tu hermana?, porque ella te ha incluído en la expedición pero a ti no te he oído decir ni pío.
GONZALO : Abuelo, Blanca me ha incluído porque antes, cuando habéis empezado a levantar la voz, se os escuchaba perfectamente desde la cocina; yo estaba merendando y cuando ha llegado ella y la he puesto al corriente se me ha escapado el entusiasmo.
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