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martes, 2 de agosto de 2011

Casa de Gárgolas 5:

Unos días más tarde en la familiar reunión cocinera, mi padre nos contó cómo siguiendo el rumbo de mis ocurrencias, había tenido una iluminación que le llevó a una larga conversación con los forenses y de ahí, sacaron la hebra para ordenar la madeja.
Isabel estaba embarazada cuando murió, eso fue sencillo de averiguar. Más complicado resultó conseguir que Reyes admitiera su noviazgo. Después, vencida, explicó la historia completa.

Mi versión infantil acabó aquí: Reyes había matado a Isabel a causa del bebé. No se me dieron más detalles y como tampoco se habló de celos ni de ningún novio-padre, entendí que era por mi edad, demasiado pequeña para saber cosas que aún ignoradas me asustaban y no quise ni preguntar porque ya entonces supuse que el conocimiento llegaría cuando el valor lo permitiera.

Jamás olvidé y a medida que pasaba el tiempo, como no podía ser de otra manera, supe lo que era el hermafroditismo, leí acerca de ello, repasé los antiguos informes que mi padre conservaba en su archivo y comprendí abrumada.

Cuanto dolor y sufrimiento inocente... ¡Inocente, sí! Porque solo con unos cuantos años más en los calendarios, su gran tragedia hubiera tenido la importancia de un mal cólico.

Al hacerme adulta y detective el primer mueble de mi despacho fue un precioso buró de persiana antíguo al que he puesto una placa grabada con la descripción de su contenido: "Agravios Comparativos Generacionales".

FIN.

lunes, 1 de agosto de 2011

Casa de Gárgolas 4:


-¿Qué hay, socia?
-¿Isabel y Reyes no podrían ser novias, o novios, o como se diga?
-¿Por qué lo dices?
-Pues es que... Verás, cuando estuve ojeando aquella casa, mientras tú hablabas con la gente, vi en el dormitorio de Reyes, en el cajón de la mesilla, una foto de dos de las gárgolas de la fachada...
-Sí. Está vista y registrada.
-... y tenía sus nombres debajo de cada cara, como si fuesen ellas.
-Se ha considerado como una broma simpática compartida entre amigas.
-¡Ah! Entonces nada.
-Ha estado muy bien. Gracias, colega.

Y transcurría aún otro rato de duración indeterminada.

-Oye, papá.
-¡Cuéntame!
-No te cuento, te pregunto.
-¡Pregúntame!
-¿Estás bien seguro de que Isabel y Reyes no eran novias?
-Seguro, lo que se dice seguro... Pues no. Habla sin miedo y di lo que se te pase por la cabeza, ¡que vamos a por ello!
-Es por esa foto de las dos gárgolas. ¿Visteis la que había en la habitación de Isabel?
-¿No de Reyes?
-No. Otra.
-¿En serio?
-Sí.
-Estás segura, ¿verdad?
-Sí. Pero esta no tenía marco y estaba como tachada con muchos rayajos de lápiz de tinta rechupeteado, ¿sabes cómo te digo?
-Sí, lo estoy imaginando. ¿Dónde la viste?
-En su cuarto de baño, debajo de los rulos del pelo.
-¡Eres la mejor! ¡Te mereces una condecoración!

domingo, 31 de julio de 2011

Casa de Gárgolas 3:

De regreso a nuestra casa, sentados a la mesa de la cocina mientras mi madre preparaba la cena, mi padrejefe sacó de una carpeta todas sus notas ordenándolas en un par de montones y, con una hoja en blanco delante y un bolígrafo en la mano, me miró.
-Hacemos el resumen de la tarde. ¿De acuerdo?
-Sí.
-Isabel y Reyes, las dos compañeras internas, eran amigas; han trabajado juntas durante unos cuatro años y nunca han tenido el menor roce entre ellas ni con nadie que se sepa. Las familias de las dos están lejos y el contacto que mantienen es por carta de vez en cuando y por teléfono en fechas especiales. Sabemos que nadie ha forzado la cerradura de la casa. Que desde que se vio a la difunta por última vez no hubo ninguna visita, ni entrega de nada; nadie extraño alrededor. El jefe, el señor de la casa, pasa la semana fuera porque su empresa queda lejos y regresa los viernes a medio día; esto se ha comprobado y certificado. De manera que nos quedan: doña Maruja la señora de la casa, doña Hortensia la madre anciana, Reyes la empleada y Marisa la asistenta ocasional. Se nos dice que las cuatro, en realidad las cinco, se entienden muy bien y sus vínculos son afectuosos por demás. Es todo lo que tenemos. ¡No hay más!
-A lo mejor es que alguien la quería muchísimo, casi con exageración...
-Sigue, sigue hablando.
-Y ha podido tener un arrebato...
-Continúa.
-No se más.
-¡Bueno! Hemos trabajado como unos campeones, así que por hoy cerramos el negocio.

Solía pasarme a veces que jugando, o incluso en el colegio en medio de una clase, de repente...

-Oye, papá.
-¿Qué pasa, preciosa?
-¿Isabel tenía un novio?
-Parece que no, ni amigas. Las dos mujeres libraban alternándose los viernes y los sábados. Ella por lo visto se iba a mirar escaparates que era algo que la gustaba mucho. Los domingos por la tarde descansaban las dos y se iban juntas al cine y a merendar, ¡lo normal!
-¡Ah!

Y transcurría un rato de minutos, o de horas, incluso un par de días.

-Oye, papá.

sábado, 30 de julio de 2011

Casa de Gárgolas 2:

-Matrimonio sin hijos que vive en uno de los pisos lujosísimos, ya lo verás. Reside con ellos la madre del marido desde que enviudó hace un par de años. Trabajan internas en la casa dos mujeres que se ocupan de las tareas domésticas, además de una tercera que va un día a la semana para echar una mano.
-¡Jo!
-¡Schss! Sin comentar. Cuando veas las dimensiones de la vivienda lo entenderás. Yo creo que ninguna de las tres debe de tener un rato para el aburrimiento. Al tema : el martes a la hora del desayuno echaron de menos a una de las mujeres, Isabel, y cuando fueron a su dormitorio pensando que estaría enferma la encontraron aún acostada con una navaja enorme clavada en la espalda. No hubo discusiones ni disgustos por ninguna parte, con nadie de la familia ni del barrio. Tampoco se han recibido visitas durante los últimos días, ni de conocidos ni de extraños. Al parecer todo era tan apacible y rutinario como lo es la vida en esa casa habitualmente.

La fachada de aquel edificio, cuajada de gárgolas en relieve de todos los tamaños y motivos imaginables, era como un altar, pero no uno pobretoncillo como el de la capilla de mi colegio, sino como el de una catedral dedicada a un dios que debía ser muy raro.
Confieso ahora que mi primer pensamiento fue que sería maravilloso vivir allí, pero duró un instante porque enseguida supe que jamás podría sentirme cómoda.
El portal estaba decorado en la misma línea de belleza lujosa y extraordinaria y el ascensor, como una jaula fantástica con asientos, nos trasportó hasta un rellano en el que había tres puertas. Mi padre me susurró que una era la de servicio, otra la familiar y la central que ocupaba el lugar de honor la de recibir a las visitas, porque cada planta correspondía a una única vivienda.
La sorpresa de ver llegar a quien consideraban un policía acompañado de una niña, se transformó en amabilidad comprensiva cuando mi padre explicó entre disculpas que su esposa estaba atendiendo a la abuela en una emergencia sanitaria y, con las prisas, no había encontrado otra alternativa.
Me dejaron instalada sola y a puerta cerrada en lo que llamaron cuarto de estar, con un vaso de leche y galletas en una bandeja por delante y unos cuantos tebeos que sacaron de un armario al lado.
Mientras mi padre hacía su trabajo preguntando y escuchando, bebí de un par de tragos la leche, me llené la boca de galletas y comencé mi propia tarea mirando alrededor, abriendo cajones y puertas de armarios y, lo más complicado, escabulléndome sin que me viera nadie por el resto de la casa. Por supuesto en el caso de tropezar con alguien sabía que la frase: "¿El servicio, por favor?" pronunciada con cierto tono de urgencia era infalible.

viernes, 29 de julio de 2011

Casa de Gárgolas 1:

Mi padre era un detective privado cuya colaboración contrataba con frecuencia el propio Departamento de Policía. Se enorgullecía de su autonomía laboral en una profesión que le entusiasmaba y como era un hombre muy especial solía llevarme con él cuando mis obligaciones escolares lo permitían. Su teoría era que yo iba aprendiendo el oficio mientras que a él le ayudaba mucho mi punto de vista y ciertas habilidades que ya tenía a los ocho años sin que nadie me las hubiera enseñado, como abrir cerraduras con un pedacito de alambre, leer papeles y documentos desde cualquier posición, entender a personas con dificultades para hablar, fijarme en cosas que nadie observa...
Le oía cuchichear con su cómplice, mi madre, antes de preguntarme apoyado en el quicio de la puerta de la cocina si tenía un rato disponible, como si yo fuera una adulta ocupada.
-¿Quieres venir a trabajar?
-¡Pues claro! -era siempre mi respuesta feliz y orgullosa-. ¿Dónde tenemos que ir?
-A la Casa de Gárgolas. Alguien murió hace un par de días con violencia. El inspector ya tiene los interrogatorios y necesita que nosotros estudiemos el terreno con detalle, tú sabes cómo es éso mejor que yo. Voy a resumirte los acontecimientos para que puedas ir estableciendo tus posiciones. ¿Estamos?
-Estamos. Adelante.
Era siempre nuestra consigna de colegas.

domingo, 9 de enero de 2011

CASA DE GARGOLAS

Inocencia infantil. Sí, nadie lo duda. Pero algunos niños suelen decir cosas que provocan el que sus madres huyan dejándolos jugar solos en un pasillo de mil puertas cerradas y tambien, a veces, que a sus padres les salga una mirada de desconocido del que es mejor alejarse. Y ellos sufren porque ignoran, aunque pronto aprenden a disimular y, sobre todo, a callar.