Mostrando entradas con la etiqueta Doña Isabel (teatro-guion). Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Doña Isabel (teatro-guion). Mostrar todas las entradas

jueves, 15 de marzo de 2018

Construcción Teatral





Texto Completo

Puede leerse en este mismo blog.
Ocupa varios días de pequeños tramos.
Pinchando en la columna derecha titulada:

 LIBROS mc y cuarta posición.

jueves, 7 de julio de 2011

Doña Isabel 30:

ISABEL : (La mira con curiosidad). No tienes por qué contarme nada.
DOLORES : No importa ya. Se marcharon lejos. Prefirieron hacer una vida que ellos llaman normal: velocidad, dinero, cirugía estética, silicona en partes innombrables, criaturas obligadas a nacer en frascos...
ISABEL : Comprendo.
DOLORES : Tenemos mucho tiempo por delante, ya habrá ocasión para las cosas tristes. Ahora te traigo buenas noticias.
ISABEL : ¿Qué clase de noticias?
DOLORES : Pues eso, de las buenas. Me he tomado la libertad de pensar un poco en el futuro de esta casa, sin meterme en profundidades puesto que no tenía permiso. Espero que no lo consideres una intromisión.
ISABEL : Habla. Pero espera, antes quiero que hagamos un pacto.
DOLORES : Tú dirás.
ISABEL : Cuando quiera conocer algo de mi vida, yo te preguntaré. Si no lo hago, tienes mi permiso para avisarme de aquello que preveas que puede resultar peligroso y siempre que haya suficientes salidas para poderlo evitar. Si en mi futuro, o en el de mi marido, hay algo absolutamente malo o irremediable, no quiero saberlo bajo ningún concepto.
DOLORES : Estamos de acuerdo. Tienes mi palabra.
ISABEL : Pues ahora ya puedes contarme tus vaticinios.
DOLORES : Tanto tú como tu marido estáis en vuestro camino correcto; es coherente, genera armonía. Podéis ser felices.
ISABEL : ¿De qué depende que lo consigamos o no?
DOLORES : De que nunca os olvidéis de escuchar a vuestro instinto. Comprobareis que a veces no es sencillo de oír y otras no es fácil de atender, pero habrá merecido la pena cuando llegue el último día.
ISABEL : ¿Lo crees así de verdad?
DOLORES : Si no estuviese convencida aún viviría en compañía. Ya tengo que irme. (Se levanta). Hasta pronto, Isabel.
ISABEL : Hasta la vista. Ven cuando quieras.
DOLORES : ¡Ah! Un secreto (con picardía). Prepárate a coser hasta que te duela la espalda, porque no te van a faltar clientas. Tu marido también va a tener que esforzarse, que hasta por encargo tendrá que hacer figuritas.
ISABEL : Amén.

Telón.

FIN.

miércoles, 6 de julio de 2011

Doña Isabel 29:

ISABEL : Una vecina. Luego te cuento acerca de ella. (Alzando la voz). ¡Pasa, Dolores, pasa!
AGUSTIN : Yo me voy a trabajar.
ISABEL : ¿No quieres conocerla?
AGUSTIN : Hoy no, el próximo día, te lo prometo.
ISABEL : Te advierto que es mágica.
AGUSTIN : Me lo imaginaba... Aún no estoy preparado, no es mi momento. Adiós.
ISABEL : Adiós. (A la vecina, en alto). ¡No te quedes ahí, Dolores, pasa!
DOLORES : No quisiera interrumpir... Puedo volver en otro momento.
ISABEL : No interrumpes nada. El tiene que terminar un trabajo y charlábamos para descansar un poquito.
DOLORES : ¿Cómo ha ido el verano, conforme a tus deseos?
ISABEL : Incluso mejor. Ha sido magnífico. ¿Sabes que nos hemos instalado aquí permanentemente?
DOLORES : Sí, ya me había enterado. Me alegra.
ISABEL : Dolores, ¿puedo preguntarte un par de cosas?
DOLORES : Adelante.
ISABEL : ¿Trabajas en algo?
DOLORES : No se puede llamar trabajo a lo que hago, como no sea por la circunstancia de que me proporciona lo necesario para vivir.
ISABEL : ¿Qué es lo que haces?
DOLORES : Ayudo a la gente.
ISABEL : ¿Qué significa? ¿Cómo lo haces?
DOLORES : Conozco las hierbas y algunos enfermos mejoran o se curan con ellas. También me busca la gente cuando quieren encontrar algo que han perdido, saber de su futuro, conocer las alternativas de un problema o que los consuele de un disgusto cuando se sienten solos; ya sabes, ese tipo de cosas. No tengo tarifas, ellos me dan lo que pueden, unas veces un poco de dinero y otras algo útil; es suficiente para mí.
ISABEL : ¿Tienes familia?
DOLORES : Vivo sola.
ISABEL : ¿La tuviste alguna vez?, me refiero a un marido y unos hijos.
DOLORES : Los tuve una vez.

martes, 5 de julio de 2011

Doña Isabel 28:

AGUSTIN : Al final tendré que darte la razón. Hacía muchos años que no me sentía tan ilusionado y tan vivo.
ISABEL : A mí me pasa lo mismo. Cuando recuerdo que todo empezó con un pálpito...
AGUSTIN : Eso es nuevo para mí.
ISABEL : Hace tiempo, a finales del año pasado, oí en la radio no se qué acerca del Año Jacobeo y del Camino de Santiago que despertó mi curiosidad y me puse a leer acerca de ello. Se iluminó una lucecita en alguna parte de mi cerebro y continué con más lecturas. No fue difícil, un libro lleva a otro libro. Y cada vez fueron más luces y de más colores. El cuerpo lo hemos ido formando entre los dos (apoya la mano en el brazo de él) y aquí estamos.
AGUSTIN : ¡Vaya una manera de tomar decisiones! A cualquiera que se lo dijese pensaría que...
ISABEL : Si es gente de bien nos felicitaría por hacerlo como se debe: instintivamente.
AGUSTIN : Tu ya eres bachiller, yo soy parvulito y tengo mucho que aprender, afortunadamente.
ISABEL : ¿Dirías que el aprendizaje voluntario y deseado es una de las cosas más satisfactorias de la vida?
AGUSTIN : Sin dudarlo. El momento de la comprensión es algo indescriptible, es algo...
ISABEL : Santo. Nos acerca a la idea de Dios.
DOLORES : (Desde el fondo del jardín). ¡Schisss...! ¡Isabel!
AGUSTIN : (A Isabel susurrando). ¿Quién es?

domingo, 3 de julio de 2011

Doña Isabel 27:


ISABEL : La prensa te calificará de artista novel...
AGUSTIN : Lo que tu prefieras; eso no va a eliminar sus defectos.
ISABEL : Te noto muy ilusionado.
AGUSTIN : Es que lo estoy. Fíjate, solo con que consiguiera vender una, una sola, me sentiría el hombre más afortunado del mundo.
ISABEL : Dalo por hecho.
AGUSTIN : Si estás tramando disfrazarte para ir a comprarla, olvídate; te reconocería al escogerla.
ISABEL : No pensaba hacer tal cosa.
AGUSTIN : Bueno, ya sabemos que voy a ser un artista de la madera; y tú ¿qué? ¿jardinera, confitera o curandera?
ISABEL : Lo de curandera me hubiera gustado mucho, figúrate que hasta se me ha pasado por la cabeza, pero me he encontrado con un gran obstáculo y es que no tengo poderes.
AGUSTIN : ¿Entonces qué?
ISABEL : Voy a ser modista.
AGUSTIN : ¿Modista?
ISABEL : Como lo oyes. Estudié muy en serio mis capacidades y, de acuerdo con ellas, me hice una relación de profesiones de la que fui excluyendo las que menos me gustaban y aquéllas que, con el tiempo, pudieran hacérseme más incómodas y así, suprimiendo por un motivo pretérito y eliminando por otro futuro, me quedé con la costura.
AGUSTIN : Es tu elección y si a ti te satisface, a mi también.
ISABEL : (Susurrando confidencialmente). ¿Sabes que ya tengo tres clientas citadas para mañana?
AGUSTIN : ¡Qué me dices! ¿Cómo se han enterado?
ISABEL : He seguido tu ejemplo de artesano laborioso y durante este último mes, cuando iba a comprar, he dejado correr la voz.

jueves, 30 de junio de 2011

Doña Isabel 26:

ISABEL : ¿Te pasa algo?
AGUSTIN : No es nada. (Isabel lo mira fijamente). Al irse parece que lo dejan a uno vuelto del revés.
ISABEL : Sí, es verdad. ¿Qué te preocupa?
AGUSTIN : Nada concreto. Es solo que me parece que tengo miedo (mirada inquieta de Isabel). Ahora que nos hemos quedado solos es cuando de verdad nos enfrentamos a nuestra nueva vida y acaso...
ISABEL : Calla. No lo digas.
AGUSTIN : También estás asustada...
ISABEL : Asustada no, solo un poco triste. Los vamos a echar muchísimo de menos, ¿a que sí?
(Agustín afirma con la cabeza muy emocionado).
Se nos pasará la nostalgia, no lo dudes y permanecerá solo el cariño incontaminado.
AGUSTIN : ¡Me cagüen!.... Quería que se llevasen como recuerdo mi primera chapuza y, con el nerviosismo de la despedida, he olvidado dársela.
ISABEL : La talla del peregrino... Es muy bonita, les gustará. Puedes enviársela la semana que viene, la apreciarán más que hoy entre tanta agitación. (Un silencio prolongado). Agustín, ¿te arrepientes?
AGUSTIN : No, eso no, seguro. Es que me inquieta pensar si no seremos ya muy viejos.
ISABEL : Claro que somos muy mayores y sería contraproducente para nuestro proyecto y para nuestra propia salud mental que intentáramos engañarnos al respecto. Por supuesto que existen muchas cosas para las que ya estamos incapacitados, por ejemplo el atletismo, pero ¿qué sentido tiene añorar algo que no nos interesó cuando tuvimos las facultades a favor? Hay muchísimas otras cosas dentro de nuestras posibilidades de acción. Releguemos las limitaciones y pongamos en funcionamiento las capacidades que podamos utilizar para realizar lo que más nos satisfaga.
AGUSTIN : Si tienes toda la razón, traduces mi pensamiento; sin embargo tiendo a olvidar y necesito que me lo recuerdes para no perder la fe.
ISABEL : Lo conseguirás tu solo cuando hayas practicado un poco más; de todas formas aquí estoy. Aquí me tienes.
(Se agarran las manos y quedan en silencio).
ISABEL : ¿Pudiste conseguir los permisos?
AGUSTIN : ¡Sí, mujer! La semana próxima ya puedo instalarme en el mercadillo, así que el miércoles voy a necesitar que me eches una mano en el transporte.
ISABEL : Claro, cuenta con ello.
AGUSTIN : Solo para llevarlo, tempranito, a las ocho u ocho y media y luego, alrededor de las tres, para traerlo.
ISABEL : ¿No vas a querer que me quede contigo?
AGUSTIN : Prefiero que no. No te molesta, ¿verdad? Intento adquirir coraje porque voy a necesitar mucho valor para pasarme allí toda la mañana tratando de vender unas tallas que, por muy bonitas que a ti te parezcan, no dejarán de ser las de un principiante.

miércoles, 29 de junio de 2011

Doña Isabel 25:

Cuadro Segundo.

(En el jardín. Por el medio hay maletas, bolsas... mucho equipaje. En escena Blanca y Eduardo).

EDUARDO : Venga, vamos Blanca. Ya debíamos estar en carretera. Y luego querrás que paremos a cenar.
BLANCA : ¡Gonzalo! ¡Si no estás aquí dentro de cinco minutos, te vas con los padres, ¿eh?!
RAMON : (Entrando). ¿Qué falta?
BLANCA : Tu mujer y tu hijo.
ARACELI : (Entrando). Presente. ¿A qué tantas prisas si no nos van a reñir los papás por llegar tarde?
BLANCA : Eduardo tiene que trabajar mañana.
RAMON : ¿En blanco? ¿Después de conducir toda la noche? Pues vas a tener el cuerpo un "pelín cortao".
EDUARDO : ¡Bah! No me molesta conducir de noche, incluso lo prefiero para viajes largos; en cuanto al cuerpo, lo tengo bien descansado.
ISABEL : (Entrando con unas bolsas). Aquí tenéis unos bocadillos y un par de termos de café, por si se os hace muy tarde para parar por ahí.
AGUSTIN : (Entrando con más bolsas). ¡Y fruta! Es del huerto.
GONZALO : ¡Cómo nos cuidáis, abuelos!
BLANCA : ¡Qué exagerados sois! ¡Qué de comida!
EDUARDO : ¿Estamos listos?
BLANCA : ¿Gonzalo?
GONZALO : Vámonos.
(Se van abrazando y besando unos a otros).
BLANCA : Abuela, abuelo, estoy muy contenta por vosotros. Ojalá que seáis muy felices. Os quiero mucho.
GONZALO : Parece que se acaban de casar. ¡Cuánta ceremonia!
BLANCA : Es verdad... ¡Qué bonito! (Besos).
ISABEL : Buen viaje, chicos.
AGUSTIN : Buen viaje. No corráis, ¿eh?
GONZALO : Adiós. Hasta la vista.
RAMON : (Da la mano al abuelo y besa a la abuela). Hasta pronto. Buena suerte.
ARACELI : En cuanto lleguemos os llamamos. (Da un abrazo a cada abuelo). Cuidaos mucho.
AGUSTIN : Buen viaje.
ISABEL : Buen viaje.
(Salen los hijos y los nietos. Durante unos instantes los abuelos observan como se alejan los coches. Luego, Agustín, nervioso, pasea llorando en silencio).

martes, 28 de junio de 2011

Doña Isabel 24:

ISABEL : Sobre todo la segunda, supongo. Si no hubiera sido por ella te habrías quedado jugando a las casitas y, mirando muy bien el céntimo, viviríais felices; así fue como lo hicieron tus envidiadas antecesoras. Pero no vayamos a engañarnos, Araceli, tu seguiste saliendo a trabajar porque te satisfacía tu tarea y el dinero que te permitía no tener que dar explicaciones a nadie. No pienses que quedándote en casa hubieras sido más feliz; si no lo hiciste fue porque en el fondo no lo deseabas lo suficiente. En cuanto a las mujeres de antes, por lo menos la mayoría de las que yo conozco, te aseguro que hubieran dado con gusto cinco años de sus vidas por habitar un mundo como el tuyo.
ARACELI : No estoy tan segura como tú.
ISABEL : Pues mira por los alrededores, sin ir más lejos. He conocido unas cuantas mujeres que harían que se te cayese la baba de envidia: lavan, cocinan, cosen, trabajan el huerto, compran de fiado e incluso alguna friega los suelos de rodillas. Si quieres puedo presentártelas.
ARACELI : Estoy hecha un lío, madre.
ISABEL : Sí, lo se.
ARACELI : Me tenía desesperada últimamente que estuviésemos todos juntos y, ahora que no volvéis con nosotros, ¿cómo podré vivir en esa casa?
ISABEL : Con alegría. Recuerda que nos quedamos voluntariamente y dispuestos a tener una vida feliz.
ARACELI : ¿Y si os pasa algo? ¿Y si os ponéis malos?
ISABEL : ¿Y si os pasa a vosotros? No seas agorera, hay médicos y hay vecinos.
ARACELI : ¡Está bien puesto que así lo queréis!
ISABEL : Así es. Una cosa más: ¿por qué trocaste mamá por madre?
ARACELI : Para fastidiarte.
ISABEL : Pues me gustó.
ARACELI : Mi intención fue delimitar territorios.
ISABEL : Entiendo. ¿Qué te impidió acercarte para tener una buena pelea seguida de una larga charla?
ARACELI : Era tu casa aunque estuviese a mi nombre y yo había dejado de pertenecer a ella cuando salí para casarme.
ISABEL : Ahora sí es tuya.
ARACELI : Sí. Y creo que cambiaré la decoración, ¿te molesta?
ISABEL : En absoluto. Deshazte de todo lo que te estorbe.
ARACELI : Algunas cosas me gustará conservarlas.
ISABEL : Tú eres el ama, tú decides en tu casa.

Telón.

domingo, 26 de junio de 2011

Doña Isabel 23:

ARACELI : Por mi parte no hay nada que recuperar. Todo está donde estaba; un poco manchado, pero creo que se puede limpiar. Me acusas de haber sido desagradable contigo; ¡Jesús, si me has estado tratando como a la peor de tus vecinas!
ISABEL : Si ha sido como dices, lo siento de verdad. ¿Por qué dejaste de explotar en el momento, como siempre has hecho, en lugar de ir acumulando basura?
ARACELI : Quería dar un buen modelo a mis hijos.
ISABEL : ¿Tu actitud campechana y sincera de toda la vida no te parecía un buen ejemplo para ellos?
ARACELI : No. He recibido muchos palos por ella. A mis hijos he preferido protegerlos con diplomacia, contención y astucia.
ISABEL : Habrá que dar gracias al cielo por su desobediencia. Araceli, no alcanzo a imaginar por donde te ha tratado la vida tan mal como quieres hacer ver.
ARACELI : ¿No? Toda la vida trabajando fuera de casa, dándome muy malos ratos, ¿y para qué? Nada más que para sobrevivir mientras espero que llegue la jubilación para, por fin, poder ser ama de casa. Solo que para entonces ya no tendré hijos a quienes hacer postres y contar cuentos. Me lo habrá perdido. Dos hijos y no han podido disfrutar de su madre.
ISABEL : ¿No querrás decir más bien que tú no has disfrutado de ellos como hubieses querido?
ARACELI : También.
ISABEL : Y crees que estando en casa todo el día lo hubieras hecho mejor.
ARACELI : Por supuesto. Como tú, como la abuela, como tantas mujeres. Entre labores domésticas criasteis hijos felices.
ISABEL : ¿En qué parte del mundo las cosas son así de rotundas? Deja a tus hijos al margen porque ellos están sanos de cuerpo y de mente; son chicos felices. Y dime, si tanto te pesaba el trabajo del despacho, ¿por qué no lo dejaste para dedicarte a la casa?
ARACELI : Porque necesitábamos mi sueldo.
ISABEL : ¿O porque no querías depender de tu marido?
ARACELI : Las dos cosas.

sábado, 25 de junio de 2011

Doña Isabel 22:

ISABEL : Ahora, cuando volváis a vivir solos, verás como todo es mejor.
RAMON : Terror es lo que me da pensar en el regreso.
AGUSTIN : ¿Y éso?
RAMON : Hasta ahora, cuando Araceli se ponía nerviosa o estaba de mal humor nos organizaba una bronca y se quedaba muy a gusto; en adelante, con ustedes lejos, a lo mejor se deprime y eso no se si podría soportarlo.
ISABEL : Anda, anda. No pienses esas cosas. Araceli es valiente y tiene buena cabeza; recapacitará y verás como todo vuelve no digo a la normalidad porque esta situación es normal, sino a sonreír y a reír.
RAMON : Ojalá.
AGUSTIN : ¿Me echas una mano en el taller antes de irte? Poca cosa, no tardaremos.
RAMON : Vamos allá.

(Agustín y Ramón se alejan. Isabel se acerca al banco donde está Araceli y se sienta con ella).

ISABEL : Antes de que os vayáis quiero hablarte. No, no digas ni una palabra hasta que yo termine. Después, si tienes algo que decir, te escucharé.
(Araceli se encoge de hombros con gestos de resignación).
Me duele que te enfades tanto conmigo, que todo lo que digo y hago te siente tan mal, aunque reconozco que algunas veces te provoco a propósito porque estoy resentida y rabiosa. No me gusta nada el camino que han seguido las relaciones entre tú y yo.
Me parece que fue un error aceptar vivir juntos. Me equivoqué cuando después de la operación no insistí en que nos marchásemos a nuestra casa, parecía que todos estabais satisfechos, se os veía felices y me dije : "no mires tanto tu ombligo y adaptate alguna vez a los gustos de los demás". También me pesó la idea de irme a aquel piso tan alejado, no te voy a engañar. ¿Fue un error el canje de pisos? Entonces tenía, igual que ahora, ventajas e inconvenientes. No podemos regresar al pasado para enmendar nuestros fallos.
Ahora me siento muy feliz de que tu padre y yo vayamos a vivir aquí. Me emociona imaginar nuestro futuro y deseo, de todo corazón, que tú seas también feliz. Te quiero y me gustaría que me dejaras quererte y sentirme querida por ti.
Siempre evité forzar el ser amigas; no creo en ello. Somos madre e hija y eso, quieras que no, coarta la sinceridad. No obstante, me parece que siempre nos hemos llevado muy bien, incluso hubo un largo tiempo en el que ambas nos sentíamos mutuamente orgullosas. Ahora, ya que las dos somos requeteadultas, que compartimos el hecho de tener unos hijos tan mayores, nietos yo y tú casi, canas, arrugas y demás, ¿sería posible recuperar algo de aquellos que tuvimos?

jueves, 23 de junio de 2011

Doña Isabel 21:

ARACELI : ¡Será posible!... (Se aleja un poco, llorando).
RAMON : Dejemos que se le pase, algunas veces se pone muy borde. Bueno, abuelo... ¡Agustín!, siga usted con lo que estaba.
AGUSTIN : Hemos comprado esta casa.
BLANCA : (A su abuelo). ¡Cómo te conozco!
RAMON : ¿Tan rápido?
AGUSTIN : Está todo apalabrado, pendiente solo de que tú me mandes la documentación que te he anotado aquí (le entrega un sobre que saca de su bolsillo). La misma agencia que nos vende esto se encarga también de la venta de vuestro antiguo piso, vamos, que lo aceptan como pago.
RAMON : Eso significa que ustedes pierden.
AGUSTIN : En dinero es posible; en calidad de vida sabes que no.
RAMON : (Asiente con la cabeza). El caso es que ustedes vivan a su gusto. Lo han pensado detenidamente, ¿verdad?,¿están bien seguros?
AGUSTIN : Segurísimos. Podéis quedaros tranquilos.
BLANCA : ¿Cómo vais a organizar vuestra vida aquí, solos? Mientras haga buen tiempo y los días sean largos, bueno, no va mal la cosa, pero ¿y cuando llegue el invierno?, lluvia, frío, oscuridad... ¿no os resultará muy triste?
AGUSTIN : De ninguna manera, ya lo verás. Os escribiremos a menudo y os iremos contando cosas acerca de los amigos, de las actividades que hacemos y veréis como, en unos meses, os habréis convencido.
ISABEL : Además, las puertas de esta casa estarán abiertas en todo momento para aquél que quiera venir a comprobarlo por sí mismo.
EDUARDO : ¿Dónde hay que solicitar la plaza de inspector?
ISABEL : No necesitas ningún permiso. Serás bien recibido siempre que te apetezca venir, aún cuando Blanca no te acompañe.
BLANCA : ¿Y las cosas que tenéis en Madrid?
ISABEL : Nos las mandáis cuando podáis. La primera remesa que sea de la ropa de invierno, por favor; lo demás no corre prisa, cuando sea, o cuando os venga bien.
RAMON : ¿Quieren algún recuerdo de la casa? Algún objeto que quieran conservar, algún mueble...
AGUSTIN : Aquí tenemos todo lo que necesitamos y los buenos recuerdos están guardados (se señala el corazón).
ISABEL : Ramón, durante estos años os hemos causado trastornos. Sabemos que, aunque involuntariamente, hemos sido origen de algún disgusto entre Araceli y tú.
RAMON : Abuela... ¡Isabel! No quiero que piense semejantes cosas, que no son así, con sinceridad. No les voy a negar que su hija y yo estamos peleones, es evidente para todos, pero de ninguna manera es por su culpa. Ella lleva una temporada enfadada con la vida y no estoy dándole la réplica adecuada porque, sencillamente, no se me ocurre cuál podría ser.
BLANCA : ¿Has probado de alguna manera?
RAMON : (Desconcertado). También tengo mis propios ciclos y el que atravieso reconozco que no es el óptimo para consolar rabietas ajenas.
BLANCA : Nosotros (a Gonzalo y Eduardo) vamos a terminar de recoger, andad. (A su padre) Cuidadito con las crisis de edad que, a la vuestra sobre todo, creo que son muy peligrosas.
(Van saliendo).
RAMON : No lo sabes tú muy bien, pero ya te llegará la hora, no sueñes con escaparte. Bueno, resumiendo, que no tienen que sentirse culpables de nada. Nosotros deberíamos disculparnos por no haberlos tratado, en ocasiones, todo lo bien que se merecen.

miércoles, 22 de junio de 2011

Doña Isabel 20:


RAMON : Usted dirá, abuelo.
AGUSTIN : ¿Me harás un favor?
RAMON : Faltaría más...
AGUSTIN : Llámame Agustín, ¿quieres? (Sorpresa general).
RAMON : Claro, hombre, ¡haberlo dicho antes!; ahora me va a costar...
ARACELI : ¿Qué querías decir, papá?
AGUSTIN : (Dirigiéndose a todos). Isabel y yo no regresamos. Nos quedamos aquí.
(Un largo silencio general).
ARACELI : ¿Qué quieres decir con eso? ¿Una semana más, el resto del verano?...
AGUSTIN : Nos quedamos aquí a vivir; para siempre.
ARACELI : ¿Un milagro en respuesta a tu promesa, madre?
ISABEL : Sí, así es.
ARACELI : ¡Vaya, mira tú por donde!
AGUSTIN : Dejadme continuar, si no os importa.
ARACELI : Estamos deseando oírte.
(Blanca reconviene a su madre con la mirada y Araceli devuelve otra fulminadora).
AGUSTIN : En realidad no hay mucho que contar. Como os decía, nos ha gustado mucho esto, hemos hecho amigos y estamos tan bien instalados que hemos decidido quedarnos.
ARACELI : No me explico cómo podéis ser capaces de tomar una decisión de tal calibre de la noche a la mañana. Estaréis de acuerdo en que es algo demasiado trascendental para decidirlo en un abrir y cerrar de ojos. ¡Es increíble! ¿Y para qué vais a contar con nadie, verdad? No vivimos en comunidad, no nos preocupamos por vosotros, no nos importa lo que hagáis...
RAMON : ¡Basta ya, Araceli!
ARACELI : ¡No, no basta! ¡Estoy hasta la coronilla de soportar esta situación!
RAMON : Pues tranquilízate ahora y escucha.
ISABEL : Araceli, de una vez por todas, dinos qué es lo que te tiene hasta la coronilla.
ARACELI : Vuestro comportamiento. Hacéis y deshacéis a vuestro antojo sin contar con nadie, como si fuéramos unos desconocidos a los que no hay por qué dar explicaciones.
ISABEL : Comprendo que a lo mejor te hayas sentido un poco desplazada; solo queríamos pasar, que pasasemos todos, unas vacaciones tranquilas porque nos temíamos esto.
ARACELI : Si es que no ha sido solo ahora; vuestra manera habitual de actuar es así, desconsiderada.
ISABEL : ¿Y cómo podría ser diferente si cada vez que hacemos, y últimamente hasta si decimos, algo todo se nos vuelve discusión?
ARACELI : ¿Y es sólo culpa mía?
ISABEL : Es posible que no, aunque las objeciones arbitrarias te corresponden íntegras.

domingo, 19 de junio de 2011

Doña Isabel 19:

TERCER ACTO - Cuadro Primero

(En el jardín de la casa gallega. Unos entran y otros salen. Reina un cierto alboroto porque es el último día de vacaciones y quien más quien menos prepara su equipaje para regresar a casa. Isabel, sentada en una butaca, cose. Agustín, en una especie de taller que ha montado, trabaja).

BLANCA : (Sentándose junto a la abuela). ¡Terminé con lo mío! Voy a descansar un ratito antes de que alguien me pida que le eche una mano. ¿Ya tienes tu equipaje preparado?
ISABEL : Todo está en orden. ¿Te lo has pasado bien este verano?
BLANCA : Estupendamente, abuela. He disfrutado como nunca; es una pena que se terminen las vacaciones, porque yo aún no me he hartado. Otros años, a estas alturas, hasta me apetecía volver al trabajo, pero éste... todavía me quedan dentro unas cuantas muñeiras.
ISABEL : ¡Cuanto me alegro! ¿Dispuesta entonces a volver el año que viene?
BLANCA : Tendré que pensarlo, no me gustaría aguar el buen recuerdo que me llevo.
GONZALO : (Llega con Eduardo y toman asiento). Yo también he disfrutado, abuela, pero el año que viene pasaré las vacaciones en cualquier otro lugar donde haya más sol y más temperatura. Todo esto es muy bonito de ver, pero arruga un poco, ¿no os parece?
BLANCA : Sí, quizá, yo estoy de acuerdo.
ISABEL : O sea, que no estáis dispuestos a repetir ninguno de los dos.
GONZALO : Abuela, si tu quieres venir, te acompañaré todos los fines de semana que se te antoje, siempre que sea en invierno; al fin y al cabo frío aquí o frío allí... Pero en verano déjame sudar a mis anchas.
BLANCA : Abuela, si estáis tramando algún plan, que te conozco, cuenta con que yo tampoco voy a estar disponible. A Eduardo y a mi nos gusta variar y conocer sitios nuevos.
ISABEL : Blanca (le acaricia el pelo), no tenéis que darme explicaciones ni justificar nada. Si lo habéis pasado bien este verano ya es suficiente. (A Eduardo) ¿Y tú, hijo? ¿Cómo te ha ido?
EDUARDO : Bien, un verano más. Es que a mí todo esto del Camino de Santiago me parece... qué se yo. La verdad es que no se qué me parece, me trae al fresco. No me desagradaría vivir aquí, o al menos tener una casita para poder venir de vez en cuando a llenarme los ojos de verde y remojarme mientras paseo.
BLANCA : Oye, oye, esto tendremos que hablarlo muy despacio.
EDUARDO : Estoy dispuesto a negociar.

(Llegan Araceli y Ramón de dar un paseo).

RAMON : ¿Qué hay que negociar?
GONZALO : Nosotros nada, ellos. Eduardo quiere tener una casa aquí y Blanca no quiere ni pensarlo.
ARACELI : (Con ironía) Eduardo, no sabía que fueras tan melancólico.
EDUARDO : (Con risa forzada) ¡Abuelo! ¡Véngase para acá, que si falta usted parece que esto está vacío!
AGUSTIN : ¡Ahora mismo voy para allá! (Da un par de martillazos más y se acerca al grupo. Interroga a Isabel con la mirada y ella afirma).
ARACELI : (A los abuelos) Supongo que vosotros ya tenéis el equipaje hecho, ¿no? ¿A que hora es vuestro tren? El equipaje lo repartimos entre los dos coches, os acercamos a la estación y seguimos nuestro camino. No entiendo por qué no venís con nosotros en el coche, habiendo sitio como hay.
AGUSTIN : Un momento, Araceli. Mamá y yo queremos hablar con vosotros.

jueves, 16 de junio de 2011

Doña Isabel 18:

AGUSTIN : Quizá hasta te has aficionado.
ISABEL : No. Soy sedentaria por naturaleza y por convicción y así pienso continuar. Pero quería hacer el Camino, un camino hacia mi interior y elegí precisamente el esfuerzo físico como vía de mortificación.
AGUSTIN : Comprendo. ¿Encontraste respuestas?
ISABEL : Tranquilizadoras y definitivas, no. Ningún oráculo se ha acercado para decirme: "Haz ésto y no te equivocarás". He tomado, eso sí, algunas decisiones que, sin embargo, conllevan riesgos.
AGUSTIN : Y piensas llevarlas a cabo, claro.
ISABEL : Sí.
AGUSTIN : Imagino que alguna de ellas afectará a mi vida...
ISABEL : Teniendo en cuenta la cantidad de años que llevamos viviendo como hermanos siameses, ¿cómo evitarlo?
AGUSTIN : Vamos, pues, infórmame.
ISABEL : ¿Recuerdas que la última noche que estuvimos aquí mismo insinué la posibilidad de una separación?
AGUSTIN : ¿Cómo no me voy a acordar?
ISABEL : Está descartada por mi parte, aunque si tú quisieras, lo aceptaría.
AGUSTIN : De ninguna manera, pero continúa.
ISABEL : No necesito vivir en soledad; es más, no creo que fuese feliz y ¿ qué mejor compañía que la del amigo con el que he compartido tanto bueno y un poco regular?
AGUSTIN : Gracias por elegirme otra vez.
ISABEL : Cuéntame tú.
AGUSTIN : Pues, cuando me contaste tus proyectos aquel día, la verdad es que me sentí un poco fuera de juego. Nada, tranquila, que solo duró un momento. Después de los dos primeros días que te he dicho busqué una pensión en Santiago y desde allí he estado haciendo excursiones. He visitado pueblos, aldeas, castros, ermitas, iglesias, playas... He conocido, también a innumerables personas con quienes he mantenido conversaciones, intrascendentes la mayoría, otras reveladoras. He aprendido. Al cabo de tantos años he encontrado maestros y eso me hace tan feliz que no sabría explicártelo... por lo menos ahora.
ISABEL : No lo intentes. Creo que te entiendo muy bien. Además, tenemos mucho tiempo para seguir hablando.
AGUSTIN : ¿Toda la vida? (Extiende la mano con la palma hacia arriba).
ISABEL : Toda la vida. (Choca su mano con la de Agustín).
(Se abrazan como amigos del alma).

Telón.

martes, 14 de junio de 2011

Doña Isabel 17:

Cuadro Segundo :

(En el jardín al atardecer. Isabel está recostada en una hamaca. Agustín sale de la casa con aspecto de recién duchado).

ISABEL : Hola. ¿Has descansado bien?
AGUSTIN : Divinamente, estaba hecho cisco.
ISABEL : ¿Te apetece comer algo?
AGUSTIN : No, gracias. Además, tengo un par de bocadillos en la mochila que estoy dispuesto a compartir si te apetece.
ISABEL : Estupendo. Yo he traído fruta y leche, así que ya tenemos la cena.
AGUSTIN : (Sentándose). ¿Valió la pena?
ISABEL : Sí, mucho. ¿Y para ti?
AGUSTIN : También. Estoy contento de haber venido, de estar aquí.
ISABEL : ¿Nos metemos en harina?
AGUSTIN : Adelante.
ISABEL : ¿Tú o yo?
AGUSTIN : Tú. Recuerdo que tenías que tomar alguna que otra decisión y, seguramente, la mayor parte de lo que yo tenga que decir dependa de ellas.
ISABEL : Hombre...
AGUSTIN : Así es, Isabel. Aunque, por si te sirve de ayuda, te diré que estoy dispuesto a aceptar lo que hayas decidido, sea lo que sea.
ISABEL : ¿Sin negociar?
AGUSTIN : Incondicionalmente; luego entenderás por qué. Y ahora tu turno.
ISABEL : No es sencillo explicar lo que he vivido este mes. He recorrido muchos sitios, yo misma me asombro si lo pienso; casi siempre caminando, alguna vez en autobús, comiendo bocadillos y durmiendo allí donde me alquilaban una habitación. No he venido por aquí, ¿y tú?
AGUSTIN : Dormí las dos primeras noches, pero al ver que tú no venías me pareció una tontería quedarme solo.
ISABEL : He conocido personas interesantes, algunas curiosas de observar, otras divertidas; a tres o cuatro, entre ellas un cura, espero seguir viéndolas porque me gustaría ser su amiga. He pasado por lugares preciosos, inquietantes, mágicos, tenebrosos... He caminado más que en toda mi vida.

domingo, 12 de junio de 2011

Doña Isabel 16:

DOLORES : Sin motivo, créelo. Antes me preguntaste por lugares interesantes y tal vez fui un poco grosera. Lo lamento, no era mi intención, solo pretendía decirte que tu peregrinaje no tiene que pasar por determinados lugares, la ruta ha de establecerla cada uno en función de sus necesidades espirituales. Estás donde debes estar. Has de ir a la catedral en primer lugar y dedicar a Santiago el tiempo preciso; puede que necesites hacer más de una visita, tú decidirás cuando es suficiente. Eso sí, observa todo con la máxima atención y recorre todos los recintos que te sea posible. Es uno de los lugares sagrados con más poder de la tierra, ¿lo sabías? Aprovecha sus vibraciones, no desperdicies la ocasión saliendo de allí igual que entraste.
ISABEL : ¿Cómo sabré que ya es suficiente?
DOLORES : Lo sabrás, sin más.
ISABEL : ¿Y después?
DOLORES : Tu instinto te dirá por donde continuar. Déjate guiar.
ISABEL : ¿Debo hacer algo especial?
DOLORES : Sí, olvídarte de las rutas turísticas. No es que carezcan de valor, pero gastan tiempo y en estos asuntos del alma es fundamental que cada uno se tome el que necesite.
ISABEL : Me lo están poniendo difícil. En solitario y sin pistas... ¿crees que será capaz?
DOLORES : Seguro, no lo dudes. Emprendes el camino en solitario, es cierto, pero te irás encontrando con gente y unos y otros te conducirán.
ISABEL : ¿Todos ellos serán de fiar?
DOLORES : Algunos no. Ya te he dicho que obedezcas a tu instinto.
ISABEL : ¿Puedes decirme si encontraré lo que busco?
DOLORES : ¿Cómo saberlo si aún no has empezado a caminar? Solo de ti depende que tu esfuerzo merezca la pena. Y ahora tengo que marcharme que ya es muy tarde.
ISABEL : ¿Volveremos a vernos?
DOLORES : Faltaría más, vamos a ser vecinas.
ISABEL : Es cierto.
DOLORES : Bendiciones y adiós.
ISABEL : Adiós.

Telón.

viernes, 10 de junio de 2011

Doña Isabel 15:


ISABEL : No tiene que disculparse, es que me ha sorprendido tanto... La peregrina soy yo, aunque desde hace un rato ha aumentado la caravana (con un gesto señala hacia el interior de la casa). ¿Usted conoce la zona?
DOLORES : ¿Cómo no? Toda mi tierra la conozco bien. ¿Tienes algún inconveniente en que nos tuteemos, Isabel?
ISABEL : Ninguno; al contrario, Dolores. Aconséjame. Además de Santiago, ¿qué lugares te parece que no debo dejar de visitar? (Coge de su bolso un cuaderno y un lápiz dispuesta a tomar notas).
DOLORES : ¿Qué haces? Lo que tu buscas no está en los mapas.
ISABEL : Intentaba establecer un itinerario. ¿Qué sabes tú de lo que busco o no busco?
DOLORES : Te recuerdo que estamos en tierra mágica.
ISABEL : No me parece que te haya dado ningún motivo para que me tomes por una ingenua; soy ya muy mayor, ¿no te has dado cuenta? y habrás de saber que si de algo peco es de maliciosa.
DOLORES : Que se lo pregunten a tu hija, ¿verdad?
ISABEL : Oye, si quieres preguntarme o decirme algo adelante, pero dejemos este juego, por favor; me asusta.
DOLORES : Es comprensible, aún es pronto para ti. Prefieres que hablemos con claridad; pues bien, adelante. ¿Hay algo que quieras preguntar?
ISABEL : No... No. Sinceramente, me siento muy incómoda. Tal vez podríamos seguir hablando en otro momento.
DOLORES : No creo que pueda. Hay que aprovechar el tiempo, ya sabes.
ISABEL : Si quieres decirme alguna cosa, dila, te escucharé.
DOLORES : Hace un rato paseaba por el campo, como te he dicho, y al ver luces en esta casa me extrañó porque suele estar cerrada. Me dejé vencer por la curiosidad y, ¿para qué te voy a engañar?, me acerqué a cotillear. Os vi a ti y a tu marido aquí sentados, charlando, y me gustasteis; luego te quedaste sola y pensé que podría serte útil, ¿me equivoqué?
ISABEL : No lo se. Cuando te invité a entrar lo hice de corazón y al principio estuve muy cómoda, pero ahora me siento violente, como intimidada.

jueves, 9 de junio de 2011

Doña Isabel 14:

ISABEL : ¿Serás presuntuoso?
AGUSTIN : Perdóname, quiero decir...
ISABEL : Se lo que quieres decir, no te preocupes; era solo una broma. Sí señor, he tenido todas las angustias y sufrimientos que tuviste tú y puede que más, porque a las mujeres, estéticamente, se nos exige mayor perfección que a vosotros desde niñas. Yo también cumplí los cuarenta y los cincuenta dándome cuenta de que no era la hija predilecta de la naturaleza. En cuanto a las aventuras amorosas, no las he tenido. Una vez pensé en ello, pero solo hubiera podido hacerlo con una separación previa; para mí no era sencillo elegir y él no quería comprometerse. Alguna que otra posibilidad más ha habido, pero me las tomé a broma y no entiendas esto como virtud porque no lo es; es más un fallo, una incapacidad para repartirme, tal vez para darme... ¡vamos, pura vagancia! Cuantos menos líos, más tranquilidad. No obstante, te diré que hubo una época en la que me aficioné a los deportes solo por el placer de observar los cuerpos jóvenes y atléticos de los chicos.
AGUSTIN : ¿Es todo?
ISABEL : Todo.
AGUSTIN : Me ha gustado hablar. Me siento muy bien.
ISABEL : ¿Seguro que no queda nada más?
AGUSTIN : Absolutamente nada. ¿Por tu parte?
ISABEL : Tampoco. Yo también me alegro de haber hablado. (Silencio). ¿Entonces aceptas mi plan en conjunto?
AGUSTIN : ¿Tengo alguna alternativa?
ISABEL : La verdad es que no.
AGUSTIN : Entonces de acuerdo. ¿Hasta la última noche?
ISABEL : Hasta la última noche.
AGUSTIN : (Muy serio). Buena suerte. Te deseo lo mejor.
ISABEL : También yo a ti. Buena suerte.
(Sale Agustín).

(Isabel continúa un rato en el porche).

DOLORES : (Tras unos arbustos al fondo del jardín). ¡Schiss...!¡Schiss...! (Isabel busca a su alrededor). ¡Aquí atrás! ¡Soy la vecina!
ISABEL : (Acercándose al arbusto). ¡Ah! No la veía. Buenas noches.
DOLORES : Buenas noches. Estaba dando un paseo y vi las luces encendidas. ¿Han alquilado ustedes la casa? He visto a su marido, supongo, entrar.
ISABEL : Sí. Para los próximos dos meses. El es mi marido, efectivamente. ¿Vive usted cerca?
DOLORES : Ahí detrás. Me llamo Dolores.
ISABEL : Yo Isabel. ¿Quiere usted pasar y sentarse un rato?
DOLORES : Encantada. Gracias. (Se sienta en el banco del porche).
ISABEL : ¿Es usted de aquí? ¿Es gallega?
DOLORES : Sí, en realidad sí. Ustedes no, ¿verdad?
ISABEL : No. Hemos venido para visitar Santiago de Compostela.
DOLORES : Aunque no han venido para hacer turismo... ¿Quien es el peregrino, él o usted?
ISABEL : (Secamente). Son unas vacaciones. Más adelante se reunirán con nosotros los hijos y los nietos.
DOLORES : Lo siento muchísimo, Isabel. Me he precipitado y he cometido una indiscreción. Perdóneme usted, por favor.

martes, 7 de junio de 2011

Doña Isabel 13:

ISABEL : ¿Sabes? Yo también. Fue un poco antes de la boda de Araceli. Las cosas no iban bien entre nosotros, al menos así me lo parecía a mí; no pasaba nada, no regañábamos, aparentemente estábamos igual que siempre, pero cada noche yo sentía que me acostaba con un extraño. Sin saber por qué estaba llena de culpabilidad, pero no hice nada, ni siquiera el intento de hablar contigo, tan distantes... Sería lo que tuviese que ser. Y llegó un momento en que soñé con la separación, con recuperar la bendición de dormir a pierna suelta en lugar de acostarme en el borde de la cama y pendiente, toda la noche, de no rozarme contigo accidentalmente.
AGUSTIN : En esa época tuve una aventura, bueno, mejor llamarlo una relación.
ISABEL : Fue entonces... Tú también...
AGUSTIN : Sí. Si tú quieres puedo explicártelo.
ISABEL : Solo lo que tenga que ver con nosotros, sin detalles.
AGUSTIN : Naturalmente. Por entonces me aproximaba a los cincuenta; tú también aunque me daba la impresión de que tú aceptabas tus años y el deterioro de tu cuerpo con mucha entereza. Yo me rebelaba, sufría; en aquel tiempo me sentí más envejecido incluso que ahora mismo. Por casualidad conocí a una mujer joven, de unos treinta y pocos.
ISABEL : Detalles no.
AGUSTIN : Ya, ya. Bien, esta persona demostró interés hacia mí y yo, impulsivamente, y no lo digo como disculpa, es que fue así, sin pensarlo, acepté el juego. No puedo llamarlo de otra manera porque no tuvo otro contenido mas que el juego erótico; ni siquiera cuando fue pasando el tiempo. Esta historia duró alrededor de un año.
ISABEL : Cierto...
AGUSTIN : Surgió, nada más. Pero mientras duró volví a sentirme joven y lleno de ganas de vivir.
ISABEL : ¿Me odiaste entonces?
AGUSTIN : Odiarte creo que no, pero de una manera oscura te desprecié por tu falta de sensibilidad, por no darte cuenta de mi angustia, por no arroparme...
ISABEL : ¿Cómo crees que me sentía yo?
AGUSTIN : Lo sé ahora. Entonces solo fui capaz de tenerme en cuenta a mí mismo. ¿Continúo?
ISABEL : Sí.
AGUSTIN : No hay mucho más. Un día cualquiera ella propuso dar por finalizada la historia, no recuerdo los argumentos que utilizó. Increíblemente, entonces me sentí ligero y satisfecho. Tenía ganas de volver a casa.
ISABEL : Ya.
AGUSTIN : ¿Estas disgustada? Por favor, no. Hace tanto tiempo... Borrarlo no podemos, claro, pero sí abandonarlo en el último rincón del corazón.
ISABEL : Podríamos discutir mucho acerca de esto, incluso podríamos enfadarnos, pero, ¿de qué sirve ya?
AGUSTIN : Tienes derecho a reprochármelo, lo aceptaré. No quisiera que te quedasen malos posos por dentro.
ISABEL : No los tengo, de verdad. He sentido una punzada de no se qué mientras hablabas, pero la verdad es que los años transcurridos desde entonces lo dejan tan difuminado que apenas se distingue.
AGUSTIN : Isabel, dime, ¿cómo pudiste sobrellevar tan bien tu hacerte mayor?

sábado, 4 de junio de 2011

Doña Isabel 12:

ISABEL : No entiendo...
AGUSTIN : Sí, mujer, recuerda aquello de que hay que tener cuidado con lo que se desea porque a lo mejor se consigue.
ISABEL : Comprendo que hay riesgos implícitos y quiero pensar que soy capaz de asumirlos, pero ¿y tú? Hace mucho tiempo que nos tenemos olvidados como seres independientes, relacionándonos, habitualmente, en función de los lazos que compartimos.
AGUSTIN : Tienes razón... es muy fácil dejar el control en manos de la inercia. Ella hace que todo funcione apaciblemente.
ISABEL : Eso mismo. Inercia significa ausencia de conflictos, y de ahí al vacío, a la nada, en un par de zarandeos que te de la vida.
AGUSTIN : Continúa hablándome de tu búsqueda, anda.
ISABEL : Te decía que mi única preocupación eres tú.
AGUSTIN : Sigue.
ISABEL : Estoy segura de que voy a encontrar, por lo menos, la fuerza necesaria para tomar algunas decisiones, aunque en este momento no sea capaz de concretar cuales y pudiera ser que, sin proponérmelo, te arrastre a ti y, sin querer, te perjudique.
AGUSTIN : ¿En qué sentido? Haz un esfuerzo de adivinación.
ISABEL : Pues... Imagina que decido no seguir viviendo con la familia, tendríamos que mudarnos al otro piso o venderlo y comprar otro que estuviera más céntrico, ¡en fin! eso significaría que tú tendrías que separarte de tu casa de toda la vida, integrarte en un sitio desconocido, alejarte de los nietos... Para mi algunas de esas cosas supondrían una liberación y otras un precio razonable a pagar, pero en tu caso...
AGUSTIN : Lo único que me importa saber ahora es si entre las alternativas previsibles estás teniendo en cuenta una separación entre tú y yo. Contéstame con el corazón.
ISABEL : No lo se, Agustín. Lo he pensado, no creas, pero no tengo una respuesta.
AGUSTIN : Comprendo.
ISABEL : Yo... Yo necesito pedirte algo.
AGUSTIN : Cuenta con ello si está en mi mano.
ISABEL : Quisiera que este mes, hasta que lleguen los demás, hiciésemos vidas independientes. Viviremos los dos en esta casa, claro, aunque cada uno tendrá su propio dormitorio y saldrá y entrará cuando quiera, sin obligaciones ni responsabilidades de ningún tipo.
AGUSTIN : ¿Y al final?
ISABEL : La última noche, antes de que llegue la familia, volvemos a hablar.
AGUSTIN : Tú me cuentas, yo te cuento, y...
ISABEL : Y ya está. Pase lo que pase, decidamos lo que decidamos, será por una buena causa: nuestra propia satisfacción por vivir.
AGUSTIN : Y dime, Isabel, ¿tu te sientes preparada para afrontar nuestra separación, si se diera el caso?
ISABEL : No estoy segura. Me resultaría muy difícil vivir y sobre todo pensar en singular. ¿Y tú?
AGUSTIN : Desde hace muchos años no había tenido en cuenta la posibilidad...
ISABEL : La sopesaste alguna vez.
AGUSTIN : Sí.