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jueves, 4 de enero de 2018

Cuento Regalado


El Cuento
Puede leerse aquí mismo, en éste Blog.
 Pinchar en la columna de la derecha:
 LIBROS mc, en la séptima posición.

También está incluido en un libro  titulado:
 Edades sin Tiempo.



La Autora
Mortiz Castro


www.bubok.es/libros/4277/Libro-de-Cuentos-EDADES-SIN-TIEMPO

jueves, 14 de abril de 2011

Las Mascotas 10:

-Madre, lo estáis malinterpretando. Es un regalo para los niños con todo mi afecto. Para que os convenzáis de una vez las dos, mi hermana y tú, de que los quiero. ¡No, mamá! ¡Si ella no me cree no me importa, pero créeme tú, mamá!
No, no quisieron creerla, o no pudieron con aquellas mentes suyas abotargadas de agilidad y talento. Bien, pues les odiaría ya que tanto insistían y para ella resultaba más cómodo no tenerse que esforzar.
Anita está de nuevo internada y tal vez para mucho tiempo porque tiene escuchado por ahí que es difícil sobreponerse a las recaídas, pero ella no comprende ninguno de los "por qués", ni siquiera de los que han causado que vuelva ella a estar lejos de su casa. Es cierto, lo reconoce, que no ha entendido... aún. Se esfuerza haciendo memoria para recordar lo que sucedió aquel día, intentando dar con una explicación, pero es inútil. No ocurrió nada importante antes del jaleo, nada que tuviera un interés especial...
Después del desayuno había pasado la mañana ultimando los detalles para que cuando los pequeñines despertaran de la siesta tuvieran la agradable sorpresa de encontrar cada uno a su pareja de mascotas. Semejante regalo había supuesto muchísimo trabajo y una gran cantidad de paciencia, pero mereció la pena porque las tortugas quedaron lindas de verdad. Los caparazones que recuperó en el desván estaban vacíos y así no eran un obsequio digno de sus sobrinos, de manera que tuvo que dar mil vueltas a su cabeza buscando soluciones días y más días pero por fin llegaron las ideas: lombrices del jardín unidas por la colita con un trozo de bramante a la medida que cruzase el interior de la concha serían unas patitas y un rabito excelentes. Las cabecitas resultaron algo más complicadas hasta que recordó que una de las vecinas criaba pájaros y, entre tantos, si cogía cuatro seguro que ni lo notaría; eran tan pequeñitos que no tuvo dificultad con las tijeras para separar las cabecitas que necesitaba, ni siquiera para recortar los picos que hubieran quedado ridículos en unas tortugas. Después, una aguja de coser lana, otra hebra de cordel y... ¡mascotas dispuestas!
Con la emoción anticipada de pensar en la alegría que iba a dar a sus sobrinos solo tuvo tiempo para colocar su regalo en las dos cunas y sentarse, llena de impaciencia, a esperar que despertaran.
Luego... Aquel escándalo... Tanta confusión... ¡¡Ya!! Aquí llegaba el entendimiento... ¿O no lo era todavía?... Con las prisas de la sorpresa tal vez no había recogido los materiales y a lo mejor el desorden había provocado el sofocón que...
Mañana... Mañana...
FIN

miércoles, 13 de abril de 2011

Las Mascotas 9:

"¿En que había consistido la intervención de la fortuna?" -esta hubiera sido la pregunta de un terapeuta psiqui, se decía Anita sonriendo-. "Pues... Enfín... ¡Había recuperado a sus propias antíguas mascotas! Sí, aquellas tortugas tan amadas que una vez la regalaron sus hermanos. Estaban en el desván, a saber quien las abandonaría allí... ¿tal vez ella misma cuando intentó...?" Pero aquella fue una época confusa que no podía recordar con claridad y hay que mirar hacia adelante, ¿no es lo que le han repetido hasta el aburrimiento?, pues en esas estaba.
Ahora su madre se comportaba de manera excesivamente cariñosa con ella, incluso empalagosa. Y de los niños ni rastro, ni siquiera se oían los habituales lloriqueos del bebé. Anita empezaba a estar asustada porque tenía la certeza de que algo había sucedido que ella ignoraba.
No se había dado cuenta de que su madre hablaba por teléfono hasta que la oyó despedirse y colgar el auricular y tardía, como siempre, entonces llegó la comprensión.

lunes, 11 de abril de 2011

Las Mascotas 8:

Anita ojeaba revistas sentada plácidamente en uno de los silloncitos del mirador y quedó petrificada de terror al escuchar el alarido de su hermana. Pálida, con la respiración suspendida y todos los sentidos en alerta aguardaba la voz, primero sobresaltada, de la abuela y después aquellas risas suyas con las que minimizaba cualquier dramatismo incontrolado. Pero no. En esta ocasión también su madre gritó y luego se puso a hablar con la otra hija de forma agitada formando entre las dos un guirigay de murmullos del que no conseguía entender ninguna palabra con sentido. ¿Qué habría podido ocurrir? Porque desde luego esta vez ella no tenía nada que ver con lo que fuese, ocupada como había estado las últimas semanas poniendo a punto las mascotas para los pequeñines. Y con tantísima suerte que solo podía considerarla aprobación del destino, una infusión de ánimo con el que continuar alegre por el camino que había emprendido.

sábado, 9 de abril de 2011

Las Mascotas 7:

"Las cosas no van a cambiar pero pueden mejorar un poco si yo me esfuerzo, al fin y al cabo soy la causante del malestar". "Eso es -se decía- tú sabes cómo hacerlo, ponte a ello y déjate de reproches, que parece que tengas pelusa de las criaturas". "Pues sí, las odio y preferiría que no existieran". "¿Pero que clase de mujer eres tú entonces? Y luego vendrás dándotelas de inocente. Eres... Eres una loca". "!No, porque tengo control!". "!Claro! y por eso odias a los niños!". "Es un sentimiento y los sentimientos son incontrolables".
Los diálogos consigo misma podían durar minutos o días, dependiendo de su estado de ánimo y para estas ocasiones le habían prescrito un medicamento al que Anita renunciaba desde su voluntarioso afán de normalidad.
"Puedo hacerlo". "Puedo querer a esos niños y cuando lo demuestre todos se tranquilizarán y podremos vivir felices" -decidió una mañana.
Pasó los siguientes días encerrada en el desván abriendo baúles y maletas, desprecintando cajas y sobre todo haciendo muchísimo ruido. Solo bajaba a la hora de cenar y muy satisfecha, después de ducharse, se acostaba dejando a toda la familia con la curiosidad de lo que estaría haciendo pero sin atreverse a preguntar por miedo a uno de sus arrebatos de ira y mucho menos a sugerirle que hiciera su tarea, cualquiera que fuese, más silenciosa porque los niños vivían en un continuo sobresalto. Cuando cerró el trastero dando por terminado su trabajo allí arriba, siguió sin embargo con el mismo régimen de vida, solo que ahora aislada en su habitación y en un silencio tan preocupante o más para su familia como el alboroto de los días anteriores.

martes, 5 de abril de 2011

Las Mascotas 6:

La vida doméstica, permanentemente tensa, resultaba incómoda. Anita veía a su madre siempre alerta, observando, dispuesta a suavizar el menor roce antes incluso de que se produjera, bromeando sobre gestos y palabras que podrían provocar quien sabe qué disgusto. Con su padre ni coincidía porque llegaba después de que ella se hubiese acostado y era mejor así porque su relación, que siempre había sido tirante, ahora era, según la percepción de Anita, repulsiva. Y su hermana, tan queridísima cuando eran pequeñas, procuraba encontrarse con ella lo menos posible, sobre todo si sus niños zumbaban por los alrededores como crías de abejorro. Pobrecitos... No tenían culpa de nada siendo tan pequeños e inocentes... También ella era inocente y tampoco tenía culpa. Ni siquiera era responsable de su nacimiento. Ojalá, pensaba, hubiera sido la más lista de la familia porque ella si se hubiera hecho cargo del dolor ajeno.

sábado, 2 de abril de 2011

Las Mascotas 5:

Por las noches en su cama, durante los ejercicios de autocontrol que ella misma se había impuesto, pensaba que los dos elementos extraños a cuyo alrededor giraba ahora la vida doméstica eran sus sobrinos, los hijos de su hermana. Eran de la familia y debía quererlos mucho, muchísimo. Pero luego recordaba las miradas de su hermana cuando ella, Anita, se acercaba a los niños para hacerles una caricia y sentía cómo la rabia iba enrojeciendo sus mejillas... Odiaba a su hermana por aquel temor desconfiado que veía en sus ojos y odiaba a los mocosos que lo provocaban. Bueno, tal vez al más pequeño que la miraba y sonreía en silencio no, pero el otro, que respingaba con su contacto y huía de su cercanía, podía quedarse con su mami y con su yayita porque ella ya era una mujer que no necesitaba nada de nadie, o muy poco, casi nada.

viernes, 1 de abril de 2011

Las Mascotas 4:

Cuando en la clínica certificaron su alta médica y regresó a casa, disfrutó por unos días de la felicidad de encontrar allí instalada a una de sus hermanas recién divorciada y dos sobrinos pequeños. Era chocante sin embargo tener alrededor y en todo momento a dos niños desconocidos, uno de los cuales se comportaba como si fuese el señor del lugar, pateando tapicerías, pisoteando las migas que le caían al suelo en su permanente golosineo, toqueteando con curiosidad altanera platos, cristales y porcelanas; le gustaba más el pequeño, aún bebé, que solo salía de su cuna para entrar, como un paquete, en la jaula de rejillas plastificadas que llamaban parque, "¡benditos sean los dioses!, parque... ¿por donde lo miraban?".

jueves, 31 de marzo de 2011

Las Mascotas 3:

Despertó ya con un terrible dolor de cabeza que no cedía con ninguno de los medicamentos habituales y cuando con un gran esfuerzo consiguió sobreponerse para atender a las tortugas y encontró su casita vacía, un hilo se rompió. Mejor las burlas y bromas que nada. Esa niebla permanente y espantosa, un día y una noche, y otro, y otro, y otro más.
Y las tortugas que no aparecieron aunque revolvió la casa entera moviendo muebles, sacudiendo cortinas y levantando alfombras. Por lo visto también ellas la habían abandonado; con el tiempo habrían acabado enterándose de que su Anita... Le fue imposible soportar tanto dolor y tuvo que ser ingresada en un centro especial donde pasó recluída los meses suficientes para formar casi tres años y aprender a vivir con la locura sin asustar a nadie, ni siquiera a sí misma. Claro que no era eso lo que decían los médicos y mucho menos sus pacientes y caritativos padres, pero ella sabía. Siempre acababa sabiendo por más intentaran engañarla.

viernes, 25 de marzo de 2011

Las Mascotas 2:

El tiempo pasaba. Anita cumplió diecisiete años y sus hermanos iban yéndose de casa. Con la marcha de cada uno de ellos un clavo se hincaba entre los alfileres de su corazón y cuando la última hermana, la más cercana a ella en edad, se casó dejándola sola con las tortugas y al cuidado de unos padres repugnantemente compasivos, solo pudo disimular un par de meses aparentando que todo estaba en orden, pero no fue capaz de más y acabó rindiendose cuando su cerebro crujió de aquella manera.

jueves, 24 de marzo de 2011

Las Mascotas 1:

En uno de sus cumpleaños todos los hermanos se unieron para hacerla un regalo que también a ella le pareció fantástico: dos parejas de tortugas en un acuario que ellos mismos habían construído. Tan diminutas y simpáticas... A cada una le puso un nombre y fue en todo momento la única encargada de su cuidado; jamás necesitó ayuda para nada relacionado con las tortuguitas, ni siquiera cuando en una ocasión parecieron estar enfermas, bajo su criterio porque con nadie consultó, y las curó a base de depositar una aspirina en su agua de cada día. Los animalitos la conocían requetebién y solo con oir su voz empinaban la cabeza estirando mucho el cuello y la miraban con su ojitos negros y minúsculos, escuchándola sin cansarse, sin metarla prisa y sin intercambiarse miradas burlonas.

domingo, 20 de marzo de 2011

LAS MASCOTAS

Anita sabe odiar aunque su familia lo ignore, vaya que sí. Y aún mejor sabe disimular.
Quiere muchísimo a su familia, a sus padres y a sus cinco hermanos, a la vez que acumula rencor y más rencor hacia ellos por el sufrimiento que la provocan, puede ser que sin mala voluntad pero duele, duele mucho. No es idiota ni estúpida, porque bien que se entera de todo, es solo que el motor de su cabeza funciona con más lentitud que el de los demás y por eso cuando en las conversaciones todos se ríen, o se escandalizan, o se sorprenden, ella no reacciona hasta que alguien se lo explica, pero claro, como no van a estar pendientes en cada momento, pues no suele participar mas que con su presencia. Es desagradable, pero lo peor es cuando alguno de los hermanos está tan contento que regala bromas a los demás y todos acaban burlándose de ella. La madre dice que no debe molestarse, es algo divertido de todos para todos y que sus hermanos la adoran. Tal vez, piensa Anita dudando, pero su malicia deja su corazón como un acerico. Ella no ha estudiado tantos libros como ellos porque fue muy poco al colegio, los niños son crueles y sus padres no ganaban para disgustos, de manera que una profesora particular en casa la iba enseñando poco a poco, a su ritmo.