viernes, 20 de enero de 2012

Una Absurda Superstición 44 :

-Aquí me tienes, abuela. No te habrás olvidado de la nieta de tus entretelas ¿verdad? ¡Ya he dado la última puntada en mi labor! 

¿Sabes, abuela? Siempre creí que al llegar a vieja encontraría el sentido, o por lo menos un cierto sentido, a nuestra existencia en este mundo y resulta que ahora que ya estoy aquí, instalada en tu compañía para lo que sea que haya al otro lado, lo único cierto es que mi perplejidad lo abarca todo.

Supongo que sabrás y si no es así imaginatelo, que a lo largo de mi vida he sido considerada una loca supersticiosa obsesionada con las quinielas y nadie, ni una sola persona, se ha parado a mirar porque si lo hubiera hecho habría visto lo obvio: que la suerte se paga. Tú me lo enseñaste, no lo he olvidado y aunque quiero que sepas que al principio  pensaba que te burlabas de mí, que pretendías asustarme y más tarde que la cabeza no te regía como es debido, llegado un momento tuve que admitir que tenías razón. He tenido sobradas ocasiones de comprobarlo y sin embargo, cuantas veces he dudado de mí misma y por lo tanto de ti. Es muy difícil resistirse a la presión de la gente, a sus costumbres, a sus opiniones, y aunque siempre he procurado hacer acopio de fuerza y valor, sigo pensando que el coste ha resultado demasiado alto, a veces incluso desproporcionado en exceso. Porque... vamos a ver... ¿Merecía la pena que te murieses para que yo consiguiera un marido? Mira, las cosas nos llegan como son y no hay que intentar forzarlas, ¿porque habrían sido mejores?... No. Porque al menos podríamos escupir al cielo y despotricar contra nuestro aciago destino. Si buscamos la suerte la esperanza nos engaña y si por desgracia llegamos a conseguirla el espejismo es tan deslumbrante que nos confunde y nos separa del objetivo para el que nacemos y que yo, siempre extraviada, no he tenido oportunidad de averiguar cual es, pero que sospecho muy ajeno al dinero y a los zarandeos de todo tipo que provoca su sola mención.

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