No cometeré la ordinariez de mencionar mi edad, aunque para ser sinceros la verdad es que me tengo que parar a pensar para recordarla, pero cualquiera puede deducirla sin dificultad y sí, soy muy muy mayor, aunque estas cosas son casi ridículas porque ¿comparada con qué? ¿con una capilla románica, con un palacio renacentista, o con el edificio ultramoderno que se está levantando en esta misma calle? ¡Bah! Sí diré sin embargo que puedo presumir de un aspecto espléndido, según mi criterio corroborado por muchos.
Por otra parte mi vida ha sido tan azarosa para lo bueno y para lo malo como la de todos y precisamente ahora se avecinan acontecimientos que a saber cómo resultarán. Yo los juzgo innecesarios se mire por donde se mire, pero las autoridades administrativas, expresión que he escuchado de boca de los vecinos, han decidido intervenirme de nuevo para reforzarme la cimentación y adecuarme para la sostenibilidad, ¡bendito sea lo que quiera que sea! y ya de paso hacerme retoques generales. Aunque el resultado final demuestre como la vez anterior que las molestias merecen la pena, es cansado soportar esos meses ruidosos, polvorientos y desordenados. Es el progreso, dicen muchos llenos de satisfacción. ¡Bueno, pues así será!
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