domingo, 27 de febrero de 2011

Aquellos sastres fueron nueve 14:

Por último Mariana, a quien tengo en el 1ºG. Llegó hace poco más de un año, muy poco tiempo, pero me encariñé con ella casi enseguida, ¡así son las cosas, qué le vamos a hacer! Recién emancipada vino directamente desde la casa de sus padres más feliz que una castañuelas, con un contrato indefinido como funcionaria y dispuesta a crearse un futuro como pintora.
Muchos otros vecinos, alquilados, llegan y se marchan, pero me cuido de encariñarme por bien que me caigan porque en el momento menos pensado se van y yo me quedo sufriendo. No. Mejor así.
¡Ah!, por cierto. No descarto que alguien pueda escucharme porque las leyes de la física son increiblemente asombrosas como a mí me consta, pero si me pregunto a quien cuento estas historietas debo responderme: ¡a nadie! Hablo sola. Pero todo el mundo lo hace, lo se muy bien. Es una forma de reflexionar o de pasar el rato sin más. Para la salud debe ser beneficioso porque, en contra de habladurías, yo tengo observado que la gente que habla sola está más contenta. Se libera uno de lastres y aparta telarañas que solo en contacto con el aire se desintegran y eso es lo que persigo yo porque estoy preocupada... Y mucho, sí.

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