martes, 12 de julio de 2011

Aquellos sastres fueron nueve 27:

Allí echaron la mañana los tres rodeados de papeles. Preguntaron y obtuvieron respuestas claras y concisas. Nada se había encontrado que hiciera pensar en demoliciones y la conversación oída por alguien debía referirse a alguna otra de las muchas obras en las que trabajaba la empresa. Todo estaba en orden: se iban a retocar un poquito los cimientos y los conductos y arquetas de saneamiento, más que nada como actuación de mantenimiento, una revisión de las cubiertas para no correr riesgos con posibles filtraciones y humedades posteriores y eso era todo porque el resto del edificio se encontraba en perfecto estado dado el poco tiempo transcurrido desde la intervención anterior.
-Precisamente porque solo han pasado tres años escasos nos ha preocupado el regreso de las cuadrillas -empezó a comentar Mariola.
-Pues quédense muy tranquilos porque se trata de un tema de presupuestos, ya saben ustedes como son estas cosas: si hay una partida que no se gasta, al año siguiente no se concede, así que se invierte en retoques.
-No nos oculta usted nada, ¿verdad? -Lázaro inclinó su cuerpo de forma intimidante sobre el escritorio, con las manos extendidas apoyadas como si estudiara el momento de abalanzarse, para escudriñar los ojos del joven.
-Les he contado lo que yo se -sosteniendo la mirada del hombre, Bruno se puso en pie dando por acabada la sesión informativa-. Y es lo que hay. Ustedes comprenden que al ser un edificio protegido por un organismo oficial deben cumplirse ciertos trámites protocolarios; no obstante, si surgiera cualquier incidente extraordinario que rebasara mínimamente y en cualquier aspecto los límites de lo rutinario, ustedes, lo mismo que el resto del vecindario, serían informados de inmediato como propietarios del inmueble.

No hay comentarios:

Publicar un comentario