lunes, 8 de agosto de 2011

Aquellos sastres fueron nueve 38:

-¡Eh, eh! Respira... -frente a Bruno, eMé le anima con gestos a que haga respiraciones abdominales y durante unos segundos ambos lo hacen al unísono-. ¿Mejor?
-Mucho mejor, gracias. ¿Por qué se me olvidarán las cosas cuando más útiles me serían?
-Porque es algo normal que nos pasa a todos.
-Sigo. Lo que yo veo es que la gente es de lo más guay, me refiero a la del vecindario por lo poco que les conozco y me jodería mucho estar siendo utilizado como arma para perjudicarlos.
-¿Desconfías de tu empresa?
-De uno de los jefes, pero sin motivo concreto.
-¿Intuiciones?
-Sí.... Supongo que sí.
-Está bien que escuches lo tuyo pero no es suficiente, solo el primer paso.
-Lo sé, lo sé y por eso estoy preocupado.
-¿Quieres pensar en voz alta?
-No. Por ahora prefiero dejarlo ahí.
-Como quieras.
-Tú también tenías algo que contarme, eMé.
-He decidido que me voy a buscar otra vivienda.
-¿Que le pasa a ésta? ¿No estás a gusto?
-Estaré mejor en un barrio algo más alejado.
-¿Te dan problemas mis padres?
-¡No, pobrecitos míos! Es que se preocupan y se ocupan demasiado con mis cosas y yo, que soy una desagradecida, me siento agobiada.
-No estás acostumbrada a estar bajo la sombra de una familia, ¡eh!

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