sábado, 20 de agosto de 2011

Aquellos sastres fueron nueve 42:

Solo una vez colocó sus muebles y resultó la definitiva, como si lo hubiera meditado mucho y de antemano conociera exactamente las posiciones adecuadas de cada uno. Lo hizo ella sola porque no había querido aceptar las ayudas familiares que se le ofrecieron.
Ordenó cada una de sus cosas con meticulosidad y después recorrió los escasos metros de su nueva casa cien veces, de una esquina a otra y de nuevo a la anterior. Primero mirando nada más hasta el último y menor de los rincones con detenimiento concentrado; después apoyando las palmas de sus manos con dedos abiertos en muros y paredes como si intentara percibir algo intangible y acercando su frente para escuchar lo inaudible. Y aún continuó yendo y viniendo.
Cuando por fin levantó la cabeza abarcando con la mirada todo a su alrededor respiró profundamente y sonrió con una satisfacción que se extendía no solo por su boca, también por sus ojos, su frente, su cuerpo entero.
En voz alta, eMé dijo :
-Estoy en casa.

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