lunes, 17 de enero de 2011

Aquellos sastres fueron nueve 7:

En el BajoE tengo a mi queridísima Mariola.
La vi nacer porque sus padres eran los tintoreros, pareja muy agradable y alegre, por cierto. La bautizaron María Ofelia por capricho de alguna de las abuelas, creo recordar, aunque pudo ser por la cabezonada de algún cura o funcionario porque entonces no se permitían nombres ajenos al santoral; el caso es que nunca se utilizó.
Fué una buena niña, formal y responsable, obediente y estudiosa. Se hizo administrativa, en el trabajo se echó novio y cuando se casó se marchó a vivir a otro barrio. Tuvo dos hijos, ahora también tiene dos nietos y abomina de las familias convencionales.
Sus padres fueron compradores tras mis reformas y a su muerte ella, como hija única, heredó la vivienda. Poco tiempo despues su marido, enfermo de algo serio, ingresó en una residencia y ella, ya jubilada, se vino conmigo, volvió a su casa de siempre donde nunca estará sola.
¿Necesito decir que es la niña de mis ojos? Creo que no.

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