miércoles, 19 de enero de 2011

Aquellos sastres fueron nueve 8:

Y si Mariola es la luz de mis días, mi príncipe adorado se llama Lázaro y es el vecino del PrimeroD que antes vivía en el Bajo3. A él no le vi nacer pero me llegó tan jovencito que viene a ser casi lo mismo.
Ha sido profesor en el conservatorio, ha dado conciertos incluso en el extranjero y es una delicia escuchar la música de su piano cada atardecer cuando, acabadas las clases particulares que imparte, se desquita de tanto aporreo ignorante de teclas interpretando como es debido mil músicas que dejan mis rincones colmados de belleza y paz. No podría pedir más.
Añora una familia que no tuvo porque enviudó tan pronto que aún no habían llegado los hijos y nunca volvió a casarse. No puede comprender que se destruya con tanta facilidad lo que él, igual que tantísimos antes, valora por encima de todo y como está convencido de que el mundo enloquece más y más cada día que pasa, considera una suerte ser tan viejo como para no tener que ver mucho más de lo mismo, porque espera agradecido que la muerte llegue a rescatarle en cualquier momento.

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