martes, 1 de marzo de 2011

Aquellos sastres fueron nueve 16:

Cuando el timbre sonó en casa de Mariola aún era tan temprano que podría considerarse inoportuno y grosero de no ser por una emergencia.
- Buenos días, perdone que la moleste a estas horas pero sabía que es usted madrugadora y como tengo que irme trabajar ya...
- No te preocupes, está bien. Mariana te llamas, ¿verdad?
- Sí.
- Vamos dentro, pasa.
- Es solo un momento.
- Bueno, pero dentro estamos mejor. ¿Has desayunado?
- Sí, claro, no podría salir de casa si no. Gracias.
Mariola la miró con una sonrisa que parecía de satisfacción, de camaradería cómplice, pero como no se conocían mas que de vista, la chica no quiso precipitarse sacando conclusiones.
- Siéntate entonces, anda.
- Tengo que marcharme enseguida -mientras hablaba se había apoyado en el borde de un sillón, más que nada para estar a la altura de la mujer, bien acomodada en otro.
- Pues tú dirás.

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