En sus sueños de jubilada influyen también las ganas de cambiar su forma de vivir. No se trata de un capricho, sino de una necesidad sentida muy hondo. Su forma de vestir, de maquillarse y de peinarse, la misma que le ha satisfecho durante tantos años, esa imagen por la que ha recibido tantísimo reconocimiento social siempre, ahora la desasosiega; los tacones, el rímel, el tinte del pelo, el cambio de bolso para que combine con el cinturón que a su vez combina con el blazer... Cada día se le hace más cuesta arriba seguir siendo la mujer elegante y estilosa que ha sido hasta entonces. Algunas veces se pregunta si será un síntoma de la vejez acechante para acabar reconociendo que, sea lo que sea, se le está haciendo imprescindible vestirse con otro tipo de ropa y arreglarse de otra manera, que aún ignora, para vivir a su gusto y dormir a placer por la noche; cuando llegue el momento sabrá cómo hacerlo y lo hará. Los tiempos fronterizos conllevan inquietud.
Ahora podría dedicar esta semana de vacación a ensayar el aspecto de su futuro y ponerse frente al ordenador a dibujar... Pero no, aún no, todavía no es la que sabe que será y continúa desayunando como cualquier otro de sus días libres.
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