martes, 8 de marzo de 2011

Aquellos sastres fueron nueve 21:

A Lázaro no le gustan las visitas, ya recibe bastantes de sus alumnos a diario y cuando como esta semana ni siquiera ellos acudirán, organiza sus días con precisión relojera: desayuno, paseo, concierto, comida, cabezada, paseo, lectura, cena, velada musical en el sillón y a la cama a dormir para repetir al día siguiente la misma rutina. Por eso cuando suena el timbre y por la mirilla de la puerta ve que es Mariola se siente contrariado ante la amenaza de algún problema de la comunidad que, segurísimo, va a chafarle su paseo y ojalá que sea solo eso.
- Buenos días. ¿Pasa algo en la casa?
- Buenos días, Lázaro. Pues no lo se, venía a preguntártelo.
- Entra, por favor. ¿Puedo ofrecerte un café?
- No me apetece nada, gracias.
- Tú dirás entonces.
- Esta mañana muy temprano, porque tenía que ir a trabajar la pobre, se ha presentado en mi casa Mariana, la vecinita del 1ºG, ¿sabes a quien me refiero?
- Se quien es, sí. ¿Y?
- Esta preocupada porque ha escuchado conversaciones de los que trabajan en la restauración que hablaban de demoler y pensaba que yo podría saber algo al respecto, pero me quedado a cuadros. ¿Has oído tú algo?
- En absoluto. Se referirían a otra casa, ¿no crees?
- Ella dice que no, que el contexto de la conversación dejaba bien claro que se referían a este edificio.
- ¿Por qué motivo iban a demolerlo?

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