martes, 7 de junio de 2011

Doña Isabel 13:

ISABEL : ¿Sabes? Yo también. Fue un poco antes de la boda de Araceli. Las cosas no iban bien entre nosotros, al menos así me lo parecía a mí; no pasaba nada, no regañábamos, aparentemente estábamos igual que siempre, pero cada noche yo sentía que me acostaba con un extraño. Sin saber por qué estaba llena de culpabilidad, pero no hice nada, ni siquiera el intento de hablar contigo, tan distantes... Sería lo que tuviese que ser. Y llegó un momento en que soñé con la separación, con recuperar la bendición de dormir a pierna suelta en lugar de acostarme en el borde de la cama y pendiente, toda la noche, de no rozarme contigo accidentalmente.
AGUSTIN : En esa época tuve una aventura, bueno, mejor llamarlo una relación.
ISABEL : Fue entonces... Tú también...
AGUSTIN : Sí. Si tú quieres puedo explicártelo.
ISABEL : Solo lo que tenga que ver con nosotros, sin detalles.
AGUSTIN : Naturalmente. Por entonces me aproximaba a los cincuenta; tú también aunque me daba la impresión de que tú aceptabas tus años y el deterioro de tu cuerpo con mucha entereza. Yo me rebelaba, sufría; en aquel tiempo me sentí más envejecido incluso que ahora mismo. Por casualidad conocí a una mujer joven, de unos treinta y pocos.
ISABEL : Detalles no.
AGUSTIN : Ya, ya. Bien, esta persona demostró interés hacia mí y yo, impulsivamente, y no lo digo como disculpa, es que fue así, sin pensarlo, acepté el juego. No puedo llamarlo de otra manera porque no tuvo otro contenido mas que el juego erótico; ni siquiera cuando fue pasando el tiempo. Esta historia duró alrededor de un año.
ISABEL : Cierto...
AGUSTIN : Surgió, nada más. Pero mientras duró volví a sentirme joven y lleno de ganas de vivir.
ISABEL : ¿Me odiaste entonces?
AGUSTIN : Odiarte creo que no, pero de una manera oscura te desprecié por tu falta de sensibilidad, por no darte cuenta de mi angustia, por no arroparme...
ISABEL : ¿Cómo crees que me sentía yo?
AGUSTIN : Lo sé ahora. Entonces solo fui capaz de tenerme en cuenta a mí mismo. ¿Continúo?
ISABEL : Sí.
AGUSTIN : No hay mucho más. Un día cualquiera ella propuso dar por finalizada la historia, no recuerdo los argumentos que utilizó. Increíblemente, entonces me sentí ligero y satisfecho. Tenía ganas de volver a casa.
ISABEL : Ya.
AGUSTIN : ¿Estas disgustada? Por favor, no. Hace tanto tiempo... Borrarlo no podemos, claro, pero sí abandonarlo en el último rincón del corazón.
ISABEL : Podríamos discutir mucho acerca de esto, incluso podríamos enfadarnos, pero, ¿de qué sirve ya?
AGUSTIN : Tienes derecho a reprochármelo, lo aceptaré. No quisiera que te quedasen malos posos por dentro.
ISABEL : No los tengo, de verdad. He sentido una punzada de no se qué mientras hablabas, pero la verdad es que los años transcurridos desde entonces lo dejan tan difuminado que apenas se distingue.
AGUSTIN : Isabel, dime, ¿cómo pudiste sobrellevar tan bien tu hacerte mayor?

No hay comentarios:

Publicar un comentario