viernes, 10 de junio de 2011

Doña Isabel 15:


ISABEL : No tiene que disculparse, es que me ha sorprendido tanto... La peregrina soy yo, aunque desde hace un rato ha aumentado la caravana (con un gesto señala hacia el interior de la casa). ¿Usted conoce la zona?
DOLORES : ¿Cómo no? Toda mi tierra la conozco bien. ¿Tienes algún inconveniente en que nos tuteemos, Isabel?
ISABEL : Ninguno; al contrario, Dolores. Aconséjame. Además de Santiago, ¿qué lugares te parece que no debo dejar de visitar? (Coge de su bolso un cuaderno y un lápiz dispuesta a tomar notas).
DOLORES : ¿Qué haces? Lo que tu buscas no está en los mapas.
ISABEL : Intentaba establecer un itinerario. ¿Qué sabes tú de lo que busco o no busco?
DOLORES : Te recuerdo que estamos en tierra mágica.
ISABEL : No me parece que te haya dado ningún motivo para que me tomes por una ingenua; soy ya muy mayor, ¿no te has dado cuenta? y habrás de saber que si de algo peco es de maliciosa.
DOLORES : Que se lo pregunten a tu hija, ¿verdad?
ISABEL : Oye, si quieres preguntarme o decirme algo adelante, pero dejemos este juego, por favor; me asusta.
DOLORES : Es comprensible, aún es pronto para ti. Prefieres que hablemos con claridad; pues bien, adelante. ¿Hay algo que quieras preguntar?
ISABEL : No... No. Sinceramente, me siento muy incómoda. Tal vez podríamos seguir hablando en otro momento.
DOLORES : No creo que pueda. Hay que aprovechar el tiempo, ya sabes.
ISABEL : Si quieres decirme alguna cosa, dila, te escucharé.
DOLORES : Hace un rato paseaba por el campo, como te he dicho, y al ver luces en esta casa me extrañó porque suele estar cerrada. Me dejé vencer por la curiosidad y, ¿para qué te voy a engañar?, me acerqué a cotillear. Os vi a ti y a tu marido aquí sentados, charlando, y me gustasteis; luego te quedaste sola y pensé que podría serte útil, ¿me equivoqué?
ISABEL : No lo se. Cuando te invité a entrar lo hice de corazón y al principio estuve muy cómoda, pero ahora me siento violente, como intimidada.

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