Cuadro Segundo :
(En el jardín al atardecer. Isabel está recostada en una hamaca. Agustín sale de la casa con aspecto de recién duchado).
ISABEL : Hola. ¿Has descansado bien?
AGUSTIN : Divinamente, estaba hecho cisco.
ISABEL : ¿Te apetece comer algo?
AGUSTIN : No, gracias. Además, tengo un par de bocadillos en la mochila que estoy dispuesto a compartir si te apetece.
ISABEL : Estupendo. Yo he traído fruta y leche, así que ya tenemos la cena.
AGUSTIN : (Sentándose). ¿Valió la pena?
ISABEL : Sí, mucho. ¿Y para ti?
AGUSTIN : También. Estoy contento de haber venido, de estar aquí.
ISABEL : ¿Nos metemos en harina?
AGUSTIN : Adelante.
ISABEL : ¿Tú o yo?
AGUSTIN : Tú. Recuerdo que tenías que tomar alguna que otra decisión y, seguramente, la mayor parte de lo que yo tenga que decir dependa de ellas.
ISABEL : Hombre...
AGUSTIN : Así es, Isabel. Aunque, por si te sirve de ayuda, te diré que estoy dispuesto a aceptar lo que hayas decidido, sea lo que sea.
ISABEL : ¿Sin negociar?
AGUSTIN : Incondicionalmente; luego entenderás por qué. Y ahora tu turno.
ISABEL : No es sencillo explicar lo que he vivido este mes. He recorrido muchos sitios, yo misma me asombro si lo pienso; casi siempre caminando, alguna vez en autobús, comiendo bocadillos y durmiendo allí donde me alquilaban una habitación. No he venido por aquí, ¿y tú?
AGUSTIN : Dormí las dos primeras noches, pero al ver que tú no venías me pareció una tontería quedarme solo.
ISABEL : He conocido personas interesantes, algunas curiosas de observar, otras divertidas; a tres o cuatro, entre ellas un cura, espero seguir viéndolas porque me gustaría ser su amiga. He pasado por lugares preciosos, inquietantes, mágicos, tenebrosos... He caminado más que en toda mi vida.
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