miércoles, 22 de junio de 2011

Doña Isabel 20:


RAMON : Usted dirá, abuelo.
AGUSTIN : ¿Me harás un favor?
RAMON : Faltaría más...
AGUSTIN : Llámame Agustín, ¿quieres? (Sorpresa general).
RAMON : Claro, hombre, ¡haberlo dicho antes!; ahora me va a costar...
ARACELI : ¿Qué querías decir, papá?
AGUSTIN : (Dirigiéndose a todos). Isabel y yo no regresamos. Nos quedamos aquí.
(Un largo silencio general).
ARACELI : ¿Qué quieres decir con eso? ¿Una semana más, el resto del verano?...
AGUSTIN : Nos quedamos aquí a vivir; para siempre.
ARACELI : ¿Un milagro en respuesta a tu promesa, madre?
ISABEL : Sí, así es.
ARACELI : ¡Vaya, mira tú por donde!
AGUSTIN : Dejadme continuar, si no os importa.
ARACELI : Estamos deseando oírte.
(Blanca reconviene a su madre con la mirada y Araceli devuelve otra fulminadora).
AGUSTIN : En realidad no hay mucho que contar. Como os decía, nos ha gustado mucho esto, hemos hecho amigos y estamos tan bien instalados que hemos decidido quedarnos.
ARACELI : No me explico cómo podéis ser capaces de tomar una decisión de tal calibre de la noche a la mañana. Estaréis de acuerdo en que es algo demasiado trascendental para decidirlo en un abrir y cerrar de ojos. ¡Es increíble! ¿Y para qué vais a contar con nadie, verdad? No vivimos en comunidad, no nos preocupamos por vosotros, no nos importa lo que hagáis...
RAMON : ¡Basta ya, Araceli!
ARACELI : ¡No, no basta! ¡Estoy hasta la coronilla de soportar esta situación!
RAMON : Pues tranquilízate ahora y escucha.
ISABEL : Araceli, de una vez por todas, dinos qué es lo que te tiene hasta la coronilla.
ARACELI : Vuestro comportamiento. Hacéis y deshacéis a vuestro antojo sin contar con nadie, como si fuéramos unos desconocidos a los que no hay por qué dar explicaciones.
ISABEL : Comprendo que a lo mejor te hayas sentido un poco desplazada; solo queríamos pasar, que pasasemos todos, unas vacaciones tranquilas porque nos temíamos esto.
ARACELI : Si es que no ha sido solo ahora; vuestra manera habitual de actuar es así, desconsiderada.
ISABEL : ¿Y cómo podría ser diferente si cada vez que hacemos, y últimamente hasta si decimos, algo todo se nos vuelve discusión?
ARACELI : ¿Y es sólo culpa mía?
ISABEL : Es posible que no, aunque las objeciones arbitrarias te corresponden íntegras.

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