sábado, 25 de junio de 2011

Doña Isabel 22:

ISABEL : Ahora, cuando volváis a vivir solos, verás como todo es mejor.
RAMON : Terror es lo que me da pensar en el regreso.
AGUSTIN : ¿Y éso?
RAMON : Hasta ahora, cuando Araceli se ponía nerviosa o estaba de mal humor nos organizaba una bronca y se quedaba muy a gusto; en adelante, con ustedes lejos, a lo mejor se deprime y eso no se si podría soportarlo.
ISABEL : Anda, anda. No pienses esas cosas. Araceli es valiente y tiene buena cabeza; recapacitará y verás como todo vuelve no digo a la normalidad porque esta situación es normal, sino a sonreír y a reír.
RAMON : Ojalá.
AGUSTIN : ¿Me echas una mano en el taller antes de irte? Poca cosa, no tardaremos.
RAMON : Vamos allá.

(Agustín y Ramón se alejan. Isabel se acerca al banco donde está Araceli y se sienta con ella).

ISABEL : Antes de que os vayáis quiero hablarte. No, no digas ni una palabra hasta que yo termine. Después, si tienes algo que decir, te escucharé.
(Araceli se encoge de hombros con gestos de resignación).
Me duele que te enfades tanto conmigo, que todo lo que digo y hago te siente tan mal, aunque reconozco que algunas veces te provoco a propósito porque estoy resentida y rabiosa. No me gusta nada el camino que han seguido las relaciones entre tú y yo.
Me parece que fue un error aceptar vivir juntos. Me equivoqué cuando después de la operación no insistí en que nos marchásemos a nuestra casa, parecía que todos estabais satisfechos, se os veía felices y me dije : "no mires tanto tu ombligo y adaptate alguna vez a los gustos de los demás". También me pesó la idea de irme a aquel piso tan alejado, no te voy a engañar. ¿Fue un error el canje de pisos? Entonces tenía, igual que ahora, ventajas e inconvenientes. No podemos regresar al pasado para enmendar nuestros fallos.
Ahora me siento muy feliz de que tu padre y yo vayamos a vivir aquí. Me emociona imaginar nuestro futuro y deseo, de todo corazón, que tú seas también feliz. Te quiero y me gustaría que me dejaras quererte y sentirme querida por ti.
Siempre evité forzar el ser amigas; no creo en ello. Somos madre e hija y eso, quieras que no, coarta la sinceridad. No obstante, me parece que siempre nos hemos llevado muy bien, incluso hubo un largo tiempo en el que ambas nos sentíamos mutuamente orgullosas. Ahora, ya que las dos somos requeteadultas, que compartimos el hecho de tener unos hijos tan mayores, nietos yo y tú casi, canas, arrugas y demás, ¿sería posible recuperar algo de aquellos que tuvimos?

No hay comentarios:

Publicar un comentario