domingo, 26 de junio de 2011

Doña Isabel 23:

ARACELI : Por mi parte no hay nada que recuperar. Todo está donde estaba; un poco manchado, pero creo que se puede limpiar. Me acusas de haber sido desagradable contigo; ¡Jesús, si me has estado tratando como a la peor de tus vecinas!
ISABEL : Si ha sido como dices, lo siento de verdad. ¿Por qué dejaste de explotar en el momento, como siempre has hecho, en lugar de ir acumulando basura?
ARACELI : Quería dar un buen modelo a mis hijos.
ISABEL : ¿Tu actitud campechana y sincera de toda la vida no te parecía un buen ejemplo para ellos?
ARACELI : No. He recibido muchos palos por ella. A mis hijos he preferido protegerlos con diplomacia, contención y astucia.
ISABEL : Habrá que dar gracias al cielo por su desobediencia. Araceli, no alcanzo a imaginar por donde te ha tratado la vida tan mal como quieres hacer ver.
ARACELI : ¿No? Toda la vida trabajando fuera de casa, dándome muy malos ratos, ¿y para qué? Nada más que para sobrevivir mientras espero que llegue la jubilación para, por fin, poder ser ama de casa. Solo que para entonces ya no tendré hijos a quienes hacer postres y contar cuentos. Me lo habrá perdido. Dos hijos y no han podido disfrutar de su madre.
ISABEL : ¿No querrás decir más bien que tú no has disfrutado de ellos como hubieses querido?
ARACELI : También.
ISABEL : Y crees que estando en casa todo el día lo hubieras hecho mejor.
ARACELI : Por supuesto. Como tú, como la abuela, como tantas mujeres. Entre labores domésticas criasteis hijos felices.
ISABEL : ¿En qué parte del mundo las cosas son así de rotundas? Deja a tus hijos al margen porque ellos están sanos de cuerpo y de mente; son chicos felices. Y dime, si tanto te pesaba el trabajo del despacho, ¿por qué no lo dejaste para dedicarte a la casa?
ARACELI : Porque necesitábamos mi sueldo.
ISABEL : ¿O porque no querías depender de tu marido?
ARACELI : Las dos cosas.

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