sábado, 29 de octubre de 2011

Una Absurda Superstición 8 :

Durante cinco días la abuela y yo encendimos velas de diferentes colores para las distintas horas de luz y de oscuridad, bailamos, cantamos, rezamos.
Cuatro meses después de terminar nuestras oraciones mi novio fue invitado a entrar por primera vez en nuestra casa.
Esa misma tarde, antes de que la radio comenzara a retransmitir los partidos, yo misma encontré a la abuela caída sobre el suelo de la cocina.
Estaba muerta.
Todos se sorprendieron y lloraron desconsoladamente menos yo que estaba advertida, porque durante la semana de recogimiento la abuela me había hablado de lo obvio: lo muy vieja que era y explicado lo privado: se sentía enferma aunque nada le dolía y quería terminar. Cuando mi novio entrase ella saldría y todo estaría bien ordenado. Ya estaba avisada.

Como de ninguna manera hubiera podido rechazar el regalo de la abuela, ni tampoco deseaba hacerlo, al cabo de unos meses más de corto noviazgo me casé para que una nueva familia pudiera engendrarse.

Los hijos fueron llegando y con ellos los gastos domésticos crecieron y crecieron.

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