domingo, 27 de noviembre de 2011

Una Absurda Superstición 21 :

Para qué dar más rodeos, me hice cargo de la niña que al fin y al cabo era medio hermana de mis propios hijos aunque ellos siempre desconfiaron de esa fraternidad.

Supongo que es innecesario explicar de qué manera mi vida y la de mis amigos se vio trastornada por aquella miniatura tan ajena a nosotros. Lo imaginaba. Bien sabía que la crianza de un pequeñín exige dedicación plena a lo largo de muchos años y seguro que me porté de manera estúpida aceptando una carga semejante y que por ningún concepto me correspondía.

Se me reprochó seguir enamorada del marido al cabo de tantos años y tantas cosas, se me acusó también de sensiblera y de inconsciente, incluso de defraudadora de la herencia familiar. Pero solo yo y tal vez mi abuela, si es que existe la vida eterna, sabemos por qué tomé la decisión que tomé. Y fue por la nenita, solo por ella. ¿De que manera se puede explicar un flechazo amoroso a quien nunca lo ha sentido? La vi y la quise y el hecho de no haberla parido me liberaba de no se qué lazos angustiosos y me permitía arroparla con un manto mucho más flexible y mullido.

Como decía, la llegada de la bebé trastocó todos mis proyectos y como no los de mis compañeros de casa. Desde el primer momento ellos se habían alistado en el bando de mis hijos y solo con escepticismo y mucha resignación aceptaron lo inevitable. Procuraron continuar con su ritmo de vida ignorando a la pequeña, lo que resultaba complicado y provocaba dificultades y situaciones a veces muy tensas.

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