martes, 13 de diciembre de 2011

Una Absurda Superstición 29 :

¿Acaso hubiera deseado ser trapecista en un circo o titiritero ambulante? Porque sí así era podría ir olvidándome también de ello, ya tenía demasiada edad y ese y ningún otro era el auténtico problema, que me había hecho vieja. Demasiado vieja para todo. Me decía a mí misma que no era posible, yo era la de siempre, mi cuerpo no acusaba ningún achaque y solo unas cuantas canas en la melena. ¿Por qué no iba a haber una actividad útil para mí en cualquier sitio?

Por más que pensé y pensé no se me ocurría nada, era como si hubiese entrado en una cueva oscurísima, pero no me asusté porque sabía que más pronto que tarde acabaría por salir.

Recuerdo que durante un par de días anduve por el campo sin un destino determinado y dormía, bien arrebujada en mi abrigo, al resguardo de tupidos matorrales.

-¿Y qué comió usted durante esos días?
-No lo recuerdo, francamente.
-Pues nada, mujer, no comió usted nada. La familia que la encontró nos dijo que algunos vecinos la dieron algún bocadillo que otro pero como durante días y más días no volvían a saber de usted... Así está en el estado en que está.
-¿Qué estado es ese?
-Podría haberse muerto, ¿comprende? De desnutrición y de frio. No ha sido fácil reanimarla. ¿Es que no tiene usted familia?
-...No. No tengo a nadie. Tampoco tengo casa ni dinero.
-¿Intentaba usted dejarse morir en el campo?
-¡Por dios, hija, qué ocurrencia! De ninguna de las maneras.

No hay comentarios:

Publicar un comentario