miércoles, 4 de enero de 2012

Una Absurda Superstición 39 :

Durante días hablamos y hablamos y al final nos conocíamos tanto como nieto y abuela bien avenidos.

A base de hacerme la remolona dolorosa conseguí que me dieran de alta una semana más tarde que al chico con la finalidad de que pudiera estar todo organizado a mi llegada, porque siguiendo mis instrucciones y por supuesto con mi dinero había alquilado dos apartamentos tipo estudio contiguos, de planta baja para que yo pudiera tener movilidad, donde viviríamos cada uno de nosotros y además había contratado a una agradable jovencita que se ocuparía tanto de mis necesidades como de atender ambas casas. Los tres formamos equipo enseguida.

Por su parte los hijos al enterarse de que me había instalado en compañía de un joven varón estuvieron a punto de denunciarme y encerrarme figurándose perversiones al alcance solo de su corto entendimiento. Pudimos evitarlo gracias al imaginario romance que inventamos alrededor de mis dos acompañantes aunque su desconfianza persistió, sabedores como eran de que una vez más poseía un capital considerable y es sabido que el dinero genera todo tipo de suspicacias y malicias. Para su tranquilidad y para conseguir que me dejaran en paz otorgué un testamento por el que nombraba herederos universales a partes iguales a todos los hijos y cuyos efectos fueron como mano de santo. Se retiraron sin preocuparse ya de usos y apariencias sociales, normas y prejuicios morales, ni deficiencias en la salud de su madre. Con dinero... se barniza todo.

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