viernes, 6 de enero de 2012

Una Absurda Superstición 40 :

Mientras Paje cumplía mis encargos ocupándose de todos los trámites, Maricella, con doncella el nombre resultaba largo e incómodo, atendía los fogones mirando la televisión y yo procuraba descansar para que mi ánimo se serenarse porque no podía olvidar que inmediatamente antes de ingresar en el hospital había contraído una nueva y enorme deuda con la fortuna. Casi seguro que el quebranto de mi salud formaba parte de la amortización pero ¿habría sido suficiente? Los dos muchachos intentaban calmar mi desasosiego diciéndome que la imaginación me perdía, que mis miedos no eran mas que absurdas supersticiones y me mimaban y me atendían y me protegían, pero yo sabía muy bien que debido al abuso faltaba ya muy poco y que la próxima vez sería la definitiva.

-Quiero que me prometáis que el día que me muera me enterrareis en la tumba de mi abuela, bien cerquita de ella, no se os olvide. Ha resultado ser la persona bajo cuyas garras he vivido siempre y es justo que ahora ella tenga que soportar mi compañía en su eternidad. 

Una mañana encontré en el embozo de las sábanas una nota en la que mis aliados explicaban, ¿acaso con ingenuidad?, que no habían podido evitar enamorarse y deseaban vivir su idilio sin ataduras. Como yo apenas tenía ya necesidades se llevaban todo el dinero, pero no debía preocuparme porque dejaban pagado el alquiler de mi vivienda por seis meses y en el cajón de la mesa de la cocina encontraría un remanente suficiente para mi frugal alimentación y respecto al entierro podía quedarme bien tranquila también porque lo dejaban pagado  e instruido en el cementerio conforme a mis deseos. 

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